TRIBUNA LIBRE

Luis Cobos Rodríguez

Ciudad, patrimonio y la Ermita de Guía

EL descubrimiento de la calzada del siglo XVI en las cercanías de la Ermita de Guía nos trae a la actualidad una temática a veces desdeñada en la ciudad de Jerez, como es la conservación del patrimonio arqueológico. Hoy en día se desarrollan numerosas intervenciones de este tipo en la ciudad y muy pocos ciudadanos conocen que se realizan y menos los que saben de sus resultados.

En el caso que nos ocupa, hace unos días salió en la prensa este descubrimiento que tiene la singularidad de encontrarse en el entorno más cercano de la Ermita de Guía y que se ha producido en el transcurso de una actividad arqueológica autorizada, previa a los trabajos de cimentación de una nueva promoción de viviendas en esta zona.

Los restos arqueológicos aparecidos corresponden con uno de los antiguos caminos de entrada a la ciudad y que ha sido representado en varios grabados de vistas de la ciudad de Jerez. Su ubicación entorpece en parte el emplazamiento de la nueva urbanización, lo que provocaría su inmediata desaparición.

La calzada y los restos de un puente son, a simple vista, sólo unas piedras que integran unos elementos arquitectónicos visibles y que posiblemente no posean un valor artístico único y que en otro lugar no merecería la atención que estos días se le está dando. Sin embargo, todos esos restos arqueológicos descubiertos junto a la Ermita de Guía constituyen un espacio histórico y un elemento de identidad de la ciudad que posee una serie de valores patrimoniales que justifican que este lugar deba ser preservado y conservado para el disfrute de la ciudadanía. Este lugar es, igualmente, imagen de nuestra ciudad en el pasado que ha pervivido hasta hoy gracias a algunos grabados conservados.

Aún no es tarde para lograr un respetuoso entorno de protección sobre este bien patrimonial. No es que sobren o estorben los restos aparecidos, sino que éstos han conseguido revalorizar este lugar desde el punto de vista patrimonial y urbano. Ambos conceptos van unidos, patrimonio y ciudad, e, inexorablemente, los agentes que intervienen y que tienen capacidad de decisión- Ayuntamiento y Consejería de Cultura- deben crear una sinergia común que posibilite la creación de un espacio público que realce la Ermita y no la mengüe. Es también una oportunidad única para ejemplarizar en el tratamiento del patrimonio de la ciudad. No es la Ermita un elemento discordante. Es una pieza que ensambla y articula su contexto urbano más cercano, o puede hacerlo, y que además revitalizaría y embellecería esta entrada de la ciudad.

Se trata por tanto de incorporar al lenguaje urbano este patrimonio construido y su entorno, en el que destacan sus valores patrimoniales, históricos y sociales, y así incorporar y asentar un bien cultural en su territorio. A lo largo del tiempo, se ha ido configurando un lugar indisolublemente ligado a la Ermita y cementando relaciones históricas y culturales de ésta con su medio, lo que ha desencadenado que la ciudadanía mantenga en la retina colectiva unas referencias materiales asociadas ya para siempre a su identidad como pueblo. Por consiguiente, no sería aceptable fragmentar el paisaje urbano existente sino más bien recomponer el mejor posible para el monumento y establecer medidas que posibiliten su protección.

De ese modo, recuperaríamos un paisaje cultural definido por un perfil singular que se identifica claramente con la localidad. No es sólo pura materialidad; es entender, también, el desarrollo de la ciudad desde parámetros culturales y por ende patrimoniales.

Es pues necesario consensuar una solución plausible que recupere este patrimonio olvidado por el paso del tiempo, que no por la médula de la ciudad, que aún puede y debe reintegrarla en su entramado urbano creando un espacio libre, público, histórico y simbólico. Aún es posible.

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