Ahora va a ser la izquierda en Andalucía quien revise la historia social y política de nuestra comunidad, desde los años 30 a la Transición. Cualquier relato estará ideologizado; la historia con mayúsculas es otra cosa. Respeto la memoria de las víctimas, faltaría más; las del franquismo, las del comunismo, y las de cualquier totalitarismo, dentro o fuera de nuestras fronteras, que han sido muchas. Pero me temo que esta ley- con su estalinista Comisión de la Verdad-, va a ir mucho más allá de la recuperación de la dignidad de tantos que sufrieron aquella terrible represión. Primero, porque con la excusa de que las víctimas del otro bando ya fueron resarcidas, se olvidan de las checas, las sacas y otras proezas de la milicia republicana; como si las cunetas hubieran sido exclusivas de un bando. Segundo, porque esta ley forma parte de un proyecto político miope, pero de más largo alcance: si no eres progresista es que eres un facha. Ahora lo pondrán negro sobre blanco en los libros de texto escolares. La verdad mentirosa de esta élite política es la Inquisición de este nuevo siglo, sutil, sibilina, que predica que las izquierdas republicanas fueron impolutas, llenas de demócratas de toda la vida, solidarias y tolerantes, que se vieron agredidas por una derecha fascista y una Iglesia cómplice con la clase pudiente. El eterno tópico de izquierda buena y derecha-iglesia mala. La Comisión de la Verdad es el siniestro capítulo del catecismo laicista, que quiere abolir los símbolos religiosos para sustituirlos por sus dogmas intransigentes. La maldita confrontación entre hermanos que interesa mantener viva para obtener réditos electorales. Desde ahora Gil Robles será malo y Negrín bueno, la CEDA fascista y el Frente Popular la esencia de la libertad y la democracia, por no poner ejemplos más hirientes. Una pena.

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