Quince días después nos volvemos a encontrar en este valioso espacio al que uno se enfrenta con la gran responsabilidad de hablar y opinar. A veces no es fácil porque un mismo asunto puede dar lugar a diversas interpretaciones y es en la capacidad de argumentar su defensa, desde la formación e información, pero, sobre todo, desde el respeto y la capacidad también de escuchar, donde debe estar presente la ética profesional del que escribe para que el lector se forme su propia opinión. El pasado jueves seguí en directo el debate sobre la prisión permanente revisable y la verdad que tengo que decir que me sumo a las palabras de los que dijeron abiertamente que sintieron vergüenza. Lamentable espectáculo el que se vivió en el Congreso, aunque también tengo que reconocer que ya no me sorprende nada. Horas después escuchaba la petición del padre de la pequeña Mari Luz Cortés solicitando el apoyo de la sociedad para detener su derogación. Captaba toda mi atención, me esforcé por meterse en su piel, comentaba que sólo quiere que termine todo esto para quedarse en su casa y esperar a que le llegue la muerte. Algunos prefieren criticar que se legisle en caliente, otros como la madre de Diana Quer sufren cada día porque "se asesine en frío". Me manifiesto a favor de la no derogación porque creo que es de justicia y porque creo que el foco de atención hay que ponerlo en la palabra "revisable". No daba crédito el día que escuchaba que el presunto asesino de los dos jóvenes de Girona había matado a su mujer 20 años antes o cuando leía la insultante carta del asesino de Diana Queer. Precisamente, hace unas semanas el padre de la joven llamaba la atención de los periodistas en una charla organizada por la Universidad de Comunicación de Sevilla con una frase que se me quedó grabada: "Detrás de vuestras firmas, hay familias que lo están pasando mal. No lo olvidéis cuando cubráis una noticia". Como periodista hoy utilizo mi rúbrica para apoyar a unos padres que han sido condenado a sufrir de por vida por la muerta de sus familiares queridos en circunstancias execrables. Sólo ellos conocen ese dolor.

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