Cuarto de Muestras

Copiemos

Cualquier cosa en Sevilla es motivo de orgullo, en Cádiz de cachondeo y en Jerez de indolencia o, lo que es peor, de queja

Las zambombas se han convertido en un atractivo turístico y cuánto me alegro porque Jerez no sabe venderse. Le ha pasado siempre. Incluso con el vino, que iba muy por delante de la ciudad, paseando su nombre, haciéndole hablar varios idiomas, seduciendo con su palidez, con su color ámbar o con su dulzor antiguo y elegante. De la mano del vino vendrían los caballos y todo lo demás. No sé si los jerezanos hemos estado siempre a la altura de toda esa riqueza económica y cultural, no sé si le hemos sabido dar el valor que merecen y deberíamos cuestionarnos cuando menos por qué estamos donde estamos.

Yo siempre me he preguntado por qué la Feria del Toro se celebraba en Sevilla y no en Jerez que tantas razones tiene de toda índole, por qué Sevilla cuenta también con el Salón Internacional del Caballo mientras Jerez no ha sabido explotar ese filón y, todavía me resulta más incomprensible el hecho de que Sevilla celebre la Bienal de Flamenco con tanto prestigio mientras nuestra Fiesta de la Bulería sigue dando tumbos sin parar. De la conservación del casco histórico mejor no hablo porque me echo a llorar. Cuando nos metemos tanto con los sevillanos deberíamos intentar copiar como defienden lo propio y hasta lo ajeno si les interesa para convertirlo en propio también. Cualquier cosa en Sevilla es motivo de orgullo, en Cádiz de cachondeo y en Jerez de indolencia o, lo que es peor, de queja.

Por eso me quedo extasiada cuando los extranjeros están con la boca abierta mirando las jacarandas en flor de la Porvera o fotografiando el azahar de los naranjos o paseando por la Plaza de la Asunción como si estuvieran en Florencia o los veo volver riendo y coloraditos de la visita a una bodega o en silencio después de haber escuchado flamenco o relamiéndose después de haber probado una berza o mirando al cielo y a su torre cuando pasan por San Miguel. Si los jerezanos encontráramos la misma emoción que encuentran los forasteros en nuestra propia ciudad seguro que nos iría mucho mejor. La falta de entusiasmo no es culpa de los políticos. La crítica y desdén al que se atreve a emprender algo, tampoco.

Por Manuel y Ana Parrilla, por Terremoto, La Paquera, Moraito, Torrito, por el Torta que se nos fueron y por los que siguen cantando de verdad, no dejemos de emocionarnos en una zambomba auténtica. Imaginemos, si hace falta, que somos extranjeros para amarla. Copiemos el orgullo de Sevilla para defenderla.

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