La tribuna

Antonio Gómez Expósito Y Pedro Prieto

Crisis económica y crisis energética

DECÍA Joan Bautista Humet, en una popular canción de los ochenta, que "al sueño americano se le han ido las manos y ya no tiene nada que ofrecer; sólo esperar y ver si cede la gran bola de nieve que se levanta por doquier". A la vista de la actual situación, parece que esta profética letra fue escrita anteayer.

Se está escribiendo mucho de la crisis económica, sus causas, gravedad y duración, pero casi siempre desde la perspectiva aportada por las crisis anteriores, menos globalizadas y profundas que ésta. Sin embargo, se está obviando otra "verdad incómoda" de la actual coyuntura, mucho menos divulgada pero igual de relevante. Nos referimos a los retos que afrontaremos en las próximas décadas para pasar de un paradigma basado en la abundancia de combustibles fósiles a otro donde la energía será un bien escaso y caro que habrá que dosificar con sumo cuidado.

Como nos acaba de advertir hace poco Putin, frente a los apologistas del crecimiento infinito en un planeta finito, "la era del gas barato" está llegando a su fin, lo cual confirma la creciente dificultad para elevar constantemente la producción de combustibles fósiles, principal motor de las complejas sociedades modernas, verdaderos gigantes con pies de barro. "Comemos" literalmente petróleo, nos transportamos y calentamos con petróleo y gas, tenemos electricidad en buena medida por el gas. Y lo peor de todo, cada vez necesitamos más, para seguir moviendo la rueda del actual modelo socioeconómico.

Ni las increíbles mejoras tecnológicas ni los ríos de financiación han podido evitar que una mayoría de países productores de petróleo estén ya en franco o incipiente declive, ni que el mundo esté a punto de llegar al límite máximo de su capacidad productiva. Exploramos cada vez más lejos y más profundo para obtener menos petróleo y de peor calidad, con la consecuente reducción del rendimiento neto. Hoy quemamos cuatro barriles por cada barril nuevo que descubrimos.

La página web http://www.crisisenergetica.org, dispone de abundante información sobre este inquietante asunto, que los actuales dirigentes del planeta y sus numerosos asesores, dedicados sobre todo a los asuntos del corto plazo, no quieren ver o simplemente esconden bajo la alfombra.

¿Cuáles son las posibles alternativas para poner remedio e estos malos augurios? Los desarrollos tecnológicos en energías renovables, que han dado frutos tangibles en el sector eléctrico, junto a nuevos sistemas de almacenamiento de energía, ayudarán sin duda a que el destrozo sea menor. La energía de fisión, si esta generación finalmente decide apostar por ella, también podría aliviar el duro tránsito hacia un futuro sin combustibles fósiles. Pero es muy poco probable, salvo que el milagro de la ansiada energía de fusión se produzca pronto, que estos avances tecnológicos permitan cubrir todas las necesidades de un mundo cada vez más poblado y ávido de energía. La eficiencia y el ahorro energético son muy importantes, pero en el mejor de los casos apenas cubrirán los aumentos de consumo de un lustro. Por tanto, habrá que acometer cuanto antes cambios estructurales más profundos, para converger de la forma menos traumática posible a un nuevo modelo de organización socioeconómica, más compatible con las limitaciones reales del mundo en que vivimos.

Tendremos que transportar menos, y de forma más sostenible, a personas y mercancías, con la consiguiente reducción de la actual globalización; reciclar mucho más que hasta ahora o proteger algo más aquello que nos da, literalmente, de comer, que es el sector agropecuario. Se crearán nuevos nichos de mercado laboral y desaparecerán muchos otros. Y, sobre todo, tendrá que reducirse la población mundial, porque sin el concurso del combustible fósil no se podrá alimentar a 7.000 millones de almas.

Pero es poco probable, conociendo la naturaleza humana, que todos estos cambios, que necesariamente van a tener lugar en este siglo, ocurran de forma paulatina y progresiva. En ese caso, las crisis económicas, mucho más profundas que la actual, y los graves conflictos sociales e internacionales por el acceso a los menguantes recursos fósiles, serán el pan nuestro de cada día.

En definitiva, el modelo actual se está agotando y, como en todo parto, habrá dolor. Esperemos que el alumbramiento del nuevo modelo traiga algunas de las buenas cosas que esta sociedad hiperconsumista ha perdido en el camino. Modos de vida que no exijan esos gastos insostenibles y crecientes de energía.

Citando de nuevo a Humet, "habrá que demoler barreras, crear nuevas maneras y alzar otra verdad". Seguramente seguiremos creciendo económicamente, como postula la teoría económica al uso, pero tendremos que buscar otros modos que sean compatibles con este, todavía bello, planeta azul, mucho más pequeño de lo que creemos.

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