EN el puente de mando de esta ciudad hay un muelle para el atraque de navíos y la alcaldesa ordena cañonear el horizonte para cumplimentar la bienvenida. No siempre desciende del bergantín un almirante muy navegado, pero la ruta de las promesas electorales es tan larga como la de la seda y este perínclito militar lo mismo alista a cientos de civiles bajo su bandera como se chupa los dedos en Casa Juanito mientras le hacen la colada. Jerez se ha convertido en un pantalán ajetreado, puesto que a todas horas retumba un cañón a la par que se anudan los cabos al noray. Nunca se sabe cuando agasajos traen mercedes, pero por aquí para mucho la flota de la Junta y el Gobierno en maniobras militares de desembarco para no pifiarla en la batalla electoral.

En esta guerra de las urnas el eslogan se esconde como arma secreta, aun cuando antes se haya gastado mucha artillería. Inútil las salvas de Antonio Fernández con la industrialización cuando el paro crece como la leche hirviendo; irrisorio Sergio Moreno al relacionar el mercado de abastos con los referentes turísticos. Ningún lobo de mar es ajeno a las marejadas de la realidad y los embates del viento, pero en este Almirantazgo se improvisan las cartas de navegación y se divisan pulpos hasta en los charcos. En el desembarco atropellado de los últimos meses a algunos capitanes se les ha avinagrado el ron en su barriga y han disparado sus cábalas de las Américas con una escopeta de feria.

Cuando todo apunta a que los impuestos aliviarán los bolsillos, para que parte del botín llegue a la gente menuda, se cierne la tempestad del catastrazo. Al Ayuntamiento se le desbarató la arboladura con el oleaje de las críticas. Para capear el temporal, arribó en falúa un director general con muchos legajos, pero éstos se hundieron en el mar como un barco a la deriva. El IBI es un pirata del Caribe al que persigue la Armada de la Junta y el Gobierno en guerra electoral declarada, aunque ignoran qué puerto le da abrigo.