Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

HABLADURÍAS

Fernando Taboada

Diabluras de la aritmética

SUMA y sigue. Con el cierre de La Voz de Jerez, se ha logrado algo que parecía difícil. Pero no. La destrucción de empleo mantiene su ritmo imparable en nuestra ciudad. Ahora les ha tocado a unos pocos periodistas, que se suman a los que ya ni se acuerdan de la última vez que trabajaron. Y la racha continúa, porque muy pronto dejarán de soportar a sus jefes varios cientos de empleados municipales, unos cuantos miles de maestros en Andalucía y un apabullante etcétera nacional.

¿Y todavía hay gente que tiene dudas sobre la eficacia de la reforma laboral? Yo, sin miedo a equivocarme, la calificaría de rotundo éxito, porque si los comerciantes, cuando abaratan los productos, no buscan otra cosa que incrementar las ventas, la medida de abaratar los despidos no podía triunfar si no era aumentando las cifras del paro. Y vaya si están aumentando.

Es verdad que si se pretende crear empleo, lo más fácil será destruirlo antes. Por cada cinco o seis trabajadores que pongamos de patitas en la calle, se puede crear un nuevo puesto perfectamente, de modo que una sola persona haga las faenas que antes se encomendaban a media docena. Así, si los cálculos no me fallan, para crear los cinco millones de puestos de trabajo que haría falta crear hoy en España, bastaría con despedir a veinticinco o treinta millones de trabajadores. Y eso, con la reforma laboral, es pan comido.

Hubo un tiempo en el que te montabas en el autobús y había un señor que cobraba el billete, mientras otro manejaba el volante. Desde que se descubrió que, con un poco de esfuerzo, se podía conducir y cobrar a la vez, tuvimos que acostumbrarnos a subir al autobús y que el chófer, mientras metía las marchas y giraba en las curvas, nos diera el cambio en monedas, vigilara por el espejo para que nadie se le colara y, ya de paso, intentara no atropellar a muchos peatones. ¿Se creó empleo? Y tanto, ya que nunca antes había existido la figura del conductor-cobrador. ¿Hubo que reducir la plantilla a la mitad? Claro. Pero no podemos ver siempre la parte negativa.

En muchas gasolineras hace tiempo que el dependiente, además, hace de camarero, de limpiacristales, vigilante nocturno y vendedor de prensa. Todo menos echar gasolina. Entonces, ¿no será el momento de acostumbrarnos a la maestra de escuela que, ya de paso que enseña a leer a los chavales, les prepare el almuerzo y pase la fregona? ¿Tan malo es que los anestesistas, aparte de hacer sus faenas, arreglen de vez en cuando un enchufe y ayuden a lavar la ropa en los hospitales? Con periodistas que supieran cortar el pelo, hacer paella y arreglar carburadores, el drama de los despidos dejaría de serlo. Por cada cien puestos de trabajo que se perdieran, se podrían crear al menos quince o veinte. Y por favor, que nadie diga que me estoy haciendo un lío con las cuentas. Me temo que dos más dos dejaron de ser cuatro hace ya tiempo.

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