Distopía

Estos días todos tendríamos que hacer un esfuerzo por ponernos leguleyos y juzgar las cosas con una base legal

Imaginemos que el PP, en las Cortes generales, dispusiera de mayoría absoluta. Imaginemos que un día aprobara una ley que anulara todas las condenas por casos de corrupción. Imaginemos que esa ley dictaminara que todas esas condenas eran ilegítimas y no tenían ningún valor legal. Imaginemos que esa ley supusiera la inmediata puesta en libertad de todos los condenados. Imaginemos que esa ley tuviera efectos retroactivos y anulara todas las sentencias por corrupción dictadas en España desde el año 1978, lo que de hecho supondría la anulación del Código Penal en vigor (que no permite las medidas retrospectivas). Imaginemos que esa ley decretara una indemnización sustanciosa para todos los condenados. Pues bien, ¿qué pasaría si un partido político hiciera una cosa así? ¿Cómo lo definiríamos? Sí, eso mismo: un golpe de Estado legal. O dicho de otro modo: una triquiñuela legal que equivaldría a la suspensión de las garantías constitucionales sobre la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Y eso, se mire como se mire, es un golpe de Estado.

Siento haberme puesto tan leguleyo, pero estos días todos tendríamos que hacer un esfuerzo por ponernos leguleyos y por juzgar las cosas con unas mínimas bases jurídicas (y con un mínimo de sentido común). Porque lo que ha pasado en el Parlament de Cataluña no permite la frivolidad ni la irresponsabilidad con que se están juzgando las cosas. "Sólo queremos votar. Sólo queremos poner las urnas", dicen los partidarios de la independencia, pero de camino se han cargado la Constitución y el Estatuto de Autonomía, y han aprobado una ley bananera por unos procedimientos que hasta en la Rusia de Putin o en la Turquía de Erdogan se considerarían inapropiados. Por suerte, un heredero de la vieja izquierda comunista que protagonizó la Transición -Joan Coscubiela- denunció todos estos hechos con un discurso memorable que algún día se debería estudiar en las facultades de Derecho, igual que se debería estudiar el discurso de Gordon Brown a favor del no a la independencia escocesa. Porque lo que pasó en el Parlamento catalán no fue más que una farsa legal que de hecho equivalía a un golpe de Estado parlamentario.

Y a pesar de todo, todavía hay almas de cántaro que ponen los ojos en blanco y dicen: "Sólo quieren votar". Y aplauden con las orejas. Y reclaman diálogo. Asombroso.

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