HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Diversidad sexual

NO sé a qué organismo preclaro se le ha ocurrido la idea de instituir 2009 como Año de la Diversidad Afectivo-sexual en la Educación. Sea el que fuere y por quienesquiera que esté dirigido, proclama un desconocimiento absoluto de la especie humana y, por descontado, no han oído hablar de un filósofo llamado Kierkegaard, quien decía que una generación le puede enseñar a la siguiente avances técnicos, pero en lo puramente humano cada individuo parte de cero cuando nace: nadie puede enseñar a otro a enamorarse, por ejemplo. Tampoco conocen las obras elementales de la antropología divulgativa, en las se distingue claramente entre evolución propiamente dicha, como especie, y evolución cultural. La primera está igual que hace 40.000 años, cuando apareció el hombre moderno, nuestra especie actual, y la segunda cuando no corre, vuela. Un hombre de hoy podría enseñar a otro del neolítico a manejar un ordenador.

Otra distinción que debemos tener en cuenta es la selección natural y la cultural. La primera es lenta y favorece a los más aptos y a los que se adaptan mejor a un medio determinado; la segunda es más rápida y cambiante: el hombre adopta o abandona descubrimientos, inventos, ideas, costumbres, artes y demás obras humanas que considera beneficiosos para su desarrollo material y espiritual, aunque no siempre lo sean. Estos apartados no deben tomarse al pie de la letra desde que la humanidad interviene en su propia evolución. La política cuando se mete a pedagoga no se para ante lo imposible: descubrir mediterráneos (diversidad afectivo-sexual) y corregir a la naturaleza humana (enseñar buenos instintos y sentimientos íntimos). Lo primero ya es sabido desde tiempos remotos; lo segundo se tiene por imposible, aunque se pueda dirigir, adoctrinar, reprimir, premiar o castigar ciertos comportamientos

Confiamos en que se advierta a los muy jóvenes de los peligros de la sexualidad, no sólo de la alegría de la fiesta, y que se hablará de aquellas tendencias sexuales que se amolden sin demasiado conflicto a la inclinación conservadora y ordenada que la sociedad tiene sobre este asunto (matrimonio de homosexuales, por ejemplo), y se callará un sinfín de sexualidades que han entrado en el Código Penal, entre ellas la practicada por chinos, persas, griegos, bizantinos o sudaneses sin tapujos. En cuanto a los afectos y sentimientos íntimos, no se puede conseguir más que aquello que los filósofos antiguos, el cristianismo bimilenario y las ideologías de hace dos siglos procuran: reprimir con una moral, educar en la domesticación de las pasiones en aras de un bien personal mayor que redunde en el bien común. No es progreso ni atraso: es que no se puede enseñar otra cosa. En lo puramente humano la Naturaleza tiene medios sobrados para enseñarnos lo que tenemos que saber.

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