DON Felipe Móstoles y Vidruejo entró en una peluquería de caballeros y saludó cortésmente:
-Buenas tardes jovenzuelo. ¿Me podría usted vender un bigote negro, que el mío me lo están lavando?
El jovenzuelo se extrañó un poquito creyendo que no había oido bien:
-¿Ha dicho usted un bigote negro?
-Si, querido. Un bigote negro con unas cuantas canitas al aire
-Caballero. Aquí no vendemos bigotes. Aquí los afeitamos.
-Ya lo se, desorientado aprendiz. Pero lo mismo que afeitan ustedes bigotes los podrían vender. ¿No le parece a usted lógico?
-Pues no se que decirle, caballero. Me ha cogido usted de improviso.
-¿De impro qué?
-De improviso.
-¿Del Alcor?
-Yo no se si hay improvisos del Alcor o de Medina Sidonia.
-Pues debería saberlo que ya es usted mayorcito.
El muchacho enrojeció un poco y llamó al dueño de la peluquería:
-Carmelo, Hay fuera hay un señor que quiere que le venda un bigote
-Debe ser un loco. ¿Trae camisa de fuerza?
-No. Trae una a rayas blancas y negras
Salió Carmelo y preguntó a Don Felipe, que estaba ya un poco impaciente:
-¿Es usted el que quiere comprar un bigote?
-Efectivamente, buen hombre
-¿Y por qué no se deja usted crecer el suyo?
-Pues porque el Domingo de Ramos está llamando a la puerta y no me va a dar tiempo a que me crezcan los pelos del bigote de aquí al Domingo?
-¿Y es necesario, caballero, que el Domingo de Ramos salga usted a la calle con un bigote?
-No. Necesario no es, pero todos los Domingos de Ramos he salido luciendo un hermoso bigote con algunas canitas, por cierto. Y este año no va a ser menos…
-Mire, caballero. Tengo a seis señores esperando para cortarle el pelo. ¿De verdad cree usted que yo puedo estar perdiendo el tiempo hablando de cosas tan estúpidas?
-¿Le parece a usted que un bigote con algunas canitas es algo estúpido? ¡Qué clase de profesional es usted!
-¿Y usted que clase de cliente es?
-Yo soy Don Felipe
-Y yo Carmelo
-Mucho gusto Carmelo. Me ha enfadado usted muchísimo. Jamás me habían tratado en una peluquería de un modo tan descortés. ¡No volveré a pisar su anticuado salón, lleno de pelos, en toda mi vida..!
El Domingo de Ramos salio Don Felipe Móstoles y Vidruejo a la calle intentando ver las cofradías. Llevaba puesto debajo de la nariz un bigote de cartón carnavalesco sujeto a ambas orejas con sus correspondientes gomillas.
Tuvo la mala suerte de que lo atropellara una bicicleta en la calle Antona de Dios, y lo que Don Felipe vio fueron las estrellas, y no las cofradías.
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