Doña Urraca

El espíritu inquisitorial de doña Urraca ha regresado por completo cuando creíamos que pertenecía a un pasado sepulcral

éste es un país muy extraño. En los años 50 había un personaje de los tebeos que se llamaba Doña Urraca. Era una solterona que vestía de luto y que se pasaba la vida quejándose de todo. En su vida no había nada más que resentimiento y envidia. Todo le molestaba. Si veía una chica guapa, corría a pegarle un paraguazo. Si veía a una pareja de enamorados, corría a pegarles un paraguazo. Sus insultos favoritos eran "insepulta criatura" y "maldito mequetrefe". "¡Toma, maldito mequetrefe, así aprenderás!", le gritaba al pobre incauto antes de soltarle un paraguazo.

La historieta dejó de publicarse en los años 70, pero lo curioso del caso es que doña Urraca -o mejor, el espíritu inquisitorial de doña Urraca- ha regresado por completo cuando creíamos que ya pertenecía a un pasado tan mequetrefe y tan sepulcral como sus paraguazos y sus insultos. De hecho, casi todo Twitter no es más que un vasto campo de acción de miles y miles de doña Urracas -progres o carcas- que no saben vivir sin soltar paraguazos a diestro y siniestro. Nuestros tertulianos y muchos de nuestros intelectuales también se han contagiado del espíritu de doña Urraca. Y las feministas radicales y sus adversarios, los homínidos machistas, también son un hatajo de doñas Urracas -o don Pelayos- que sólo saben argumentar a base de insultos y simplificaciones. Y qué decir del procés" catalán -tan insepulto y tan mequetrefe-, que no es sino una creación más de la paranoia biliosa de doña Urraca.

Pero el mal sigue extendiéndose. Y la epidemia de turismofobia que se ha apoderado de algunos grupúsculos de Barcelona y Baleares también responde a la resurrección del espíritu de doña Urraca. Por supuesto que hay turistas muy molestos -los que sólo vienen a hacer botellón y a alborotar por las noches-, pero culpar a todo el turismo por el comportamiento de unos cuantos energúmenos es un error que sólo puede surgir de la mente infantiloide de quienes viven en una confortable burbuja subvencionada. Nos guste o no, media España vive directamente del turismo y la otra media vive gracias a las ganancias del turismo. Y si las nuevas reencarnaciones de doña Urraca han decidido culparlo de todos nuestros males, ahí tenemos una prueba más del nivel de idiotez e irrealidad -sí, irrealidad- al que hemos llegado. Y ahora, maldito turista mequetrefe, toma paraguazo.

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