Crónica personal

Carmen Ferreras

Dramático aviso

EL hambre se extiende por el mundo. Será mortal en los países pobres, pero también ejercerá su tiranía en los países ricos si los gobiernos no toman medidas, y no parece que estén por la labor. Sin embargo, están avisados del problema. La ONU ha lanzado un dramático aviso con carácter de extrema urgencia, a las naciones ricas, a las que tienen la comida asegurada aunque, en Estados Unidos, un alimento universal, el arroz, se ha racionado.

El tsunami del hambre, como se ha llamado por Unicef, amenaza con abatirse sobre las regiones más pobres del mundo y condenar a la necesidad más perentoria a cien millones de personas. Me parece absolutamente acertada la metáfora del tsunami para calibrar la magnitud de la catástrofe que se avecina, de la catástrofe que ya ha asomado su hocico por países de África, Asia y, en menor medida, América Latina.

Los pueblos condenados al hambre, casi siempre los mismos, no tendrán dinero para adquirir alimentos, y lo peor es que no tendrán esos alimentos que se conservarán y reservarán en las despensas del primer mundo. El pan y el arroz han alcanzado precios prohibitivos para las economías pobres del mundo. Y ambos son artículos de primera necesidad. No estamos hablando de caviar o de faisán.

El pan vuelve a ser objetivo definidor de la política. Por estos lares nos quejamos de que el pan ha subido tanto en el precio como ha bajado en la calidad, pero podemos quejarnos. En los países pobres no pueden comparar, ni hay dinero ni hay pan. En los países de la penuria más absoluta se teme que la falta de pan provoque motines y levantamientos. El hambre es mal consejero.

En el encarecimiento de los alimentos básicos no tienen la culpa los países que no tienen para pagarlos y que tal vez consideren que los países ricos los condenan al hambre. Lo que aquí sobra, allí falta. Lo que aquí se tira, allí se necesita. Encima, al problema del hambre se añade el destino de cereales panificables a la creación de biocombustibles. Eso también ha hecho daño.

Cien millones más de seres humanos van a sufrir, según la Organización de Naciones Unidas, los efectos de las oleadas de hambre que se ciernen sobre todos nosotros. Son más de mil los que, según un informe de la FAO, padecen toda clase de angustiosas penurias en cerca de ochenta países de los tres continentes sufrientes: África, Asia y América Latina. Un tiempo de vacas flacas se extiende por el mundo. Aquí estamos hablando de crisis, cuando la crisis se está haciendo insoportable.

En otros países de otros continentes hablan de hambre y de enfermedades, y de calamidades. Y no se trata de proponer conformidad, ni de quedarse parados a ver qué pasa como tampoco se puede alegar aquello de que el mal ajeno siempre es por nuestro bien. El dramático aviso de la ONU empieza por los países desfavorecidos, pero muy bien puede acabar por los países que miran de soslayo el problema como si con ellos no fuera la copla. Una copla que se torna trágica.

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