Hablando en el desierto

Escudos humanos

En una situación de normalidad guerrera afeitarse o no debía ser cosa de no tener en cuenta

C style="text-transform:uppercase">UENTAN que en la reconquista y liberación de Mosul, en esas guerras que continúan cuando acaba la guerra, porque ya se ha creado una mentalidad, una economía y una sociedad de guerra que le cuesta abandonar para vivir de otra manera; cuentan, digo, que el falso califato ha mandado poner escudos humanos para impedir el avance de las tropas enemigas. No sé qué dirán Sun Tsu y Clausewitz, pero no me extrañaría que dijeran que estas crueles añagazas no deben impedir el vencimiento en la batalla o el final, acaso, de la guerra. Luego se hace un monumento grandioso y de buena mano para recordar a las víctimas del fanatismo, y los vencedores, más los que siempre se apunta al bando del vencedor, acuden a la erección, a la que, según Flaubert, no deben asistir las jovencitas, para reafirmarse en lo malo que era el enemigo. Los escudos humanos importan en Occidente porque lo políticamente correcto ha infestado hasta la guerra, que debe tener otros principios morales e inmorales de los que rigen en la vida en paz. Si Occidente pusiera escudos humanos para defender Roma en un cerco improbable, sería el hazmerreír de los seguidores del pseudo califa. Los fanáticos están tocados de los nervios.

Las escenas que vemos de niños y ancianas en esta guerra debe ser una parte mínima. ¿Dónde están los hombres que luchan en bandos que hoy son aliados y mañana se matarán entre ellos? Apenas salen en la prensa. Sabemos que a los partidarios del califato les obligan a dejarse la barba y los que se afeitan son aquellos que quieren hacer ver que no son del califato. En una situación de normalidad guerrera afeitarse o no debía ser cosa de no tener en cuenta. En este guerra no. En cuanto ven aparecer las tropas liberadoras ponen sus barbas a remojar, por si acaso. No debemos hacer demasiado caso de la euforia del superviviente. Sí de los escudos humanos, desde luego, y de que recluten niños a partir de los 9 años para defender la ciudad, lo que pone de manifiesto una vez más el poco valor que la vida humana tiene en algunas culturas y la miseria moral que lo permite, miseria moral en relación con la moral occidental, que no es que sea un dechado de virtudes en la guerra y en la paz, pero por lo menos cuida ciertos detalles, los niños son sagrados y las victimas inocentes puestas como escudo pesa en las conciencias. Tampoco hemos dado buenos ejemplos. Los jerarcas nazis en el juicio de Nuremberg dijeron que, de haber ganado la guerra, Europa le hubiera agradecido el exterminio judío, un deber patriótico y desagradable que le tocó a Alemania. Todas estas maldades, de ahora y de siempre, se las llevará el viento del olvido para que podamos seguir repitiéndolas.

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