Antonio Gallardo

Espejo público

Daltonmanías

E N el patio del colegio preguntó la niña rica a la niña pobre: -¿Qué te han traído los reyes?

-Un par de calcetines nuevos sin surcir.

-Pues ahora mira por los calcetines nuevos, que eres una destrozona.

-¿Y a ti qué te han traído los reyes?

-Todavía no me ha dado tiempo a contarlos porque son muchísimos regalos.

-No es que no te haya dado tiempo a contarlos, niña rica, es que no sabes sumar, que te lo dice la profe todas las mañanas.

-Yo sí sé sumar, niña pobre.

-¿Sí..? Dime cuántos son dos y dos.

-¿Dos y dos qué, soldados, plátanos o millones?

-Da igual. El resultado siempre es el mismo cuando se suman dos y dos.

-¿Cómo va a dar el mismo resultado dos soldados que dos millones? Además de ser una niña pobre eres una niña tonta.

-Yo seré una niña pobre, pero la niña tonta eres tú que no sabes sumar dos y dos.

-Sí sé. Pero no te lo digo porque no eres amiga mía. Mi mamá me dice que procure no jugar contigo porque puedes tener piojos.

-Yo no tengo piojos. Pero tú eres bizca y por eso llevas gafas.

-Yo no soy bizca, y si llevo gafas, es por el sol.

-¿Y por qué llevas gafas de sol si está lloviendo? ¿Ves como eres tonta?

-Yo no soy tonta porque mi padre es rico…

En otro extremo del patio discutían dos chavales. Uno era rico y el otro era pobre. El rico masticaba un bollicao y el pobre chupaba el papel de un caramelo:

-¿Por qué chupas el papel del caramelo? ¿A ti no te compran bollicaos?

-Sí que me los compran, pero me gusta chupar el papelito de los caramelos.

-Tú chupas el papel porque no tienes bollicao ni caramelitos.

-Sí que los tengo, tonto.

-Tonto tú, que tienes un padre pobre. En cambio mi padre tiene un coche que se llama Mercedes, como mi mamá, y va al trabajo y todos lo miran con mucha envidia.

-Pues si el coche de tu padre se llama Mercedes, como mi tía, porque muchas mujeres se llaman Mercedes porque estamos en Jerez y es la Patrona, no tiene ninguna importancia el coche de tu padre.

-Sí que la tiene. Porque corre mucho cuando mi padre le da al acelerador con sus zapatos de ante.

-¿De antes de qué? ¿De antes de la guerra..?

Las madres de las dos niñas las esperaban a la puerta del colegio. Una lucía un abrigo de pieles y la otra un abrigo de las rebajas de enero. La del abrigo de pieles se dirigió a la del abrigo de las rebajas:

-Usted debe ser la mamá de la niña pobre. Me he dado cuenta porque lleva en los bajos del abrigo la etiqueta de rebajado. No se habrá usted dado cuenta de ello.

-No señora, no me he dado cuenta, porque tengo muchas cosas que hacer. Pero hay muchas señoras ricas que también van a las rebajas, como si no tuvieran nada que ponerse. En cambio usted trae un gran abrigo de visón lo cual no es propio para venir a recoger a una niña del colegio, ¿o es que va usted esta noche a la ópera?

-En Jerez se dan muy pocas óperas. Mi marido me lleva a Barcelona y allí puedo lucir varios abrigos más valiosos que éste…

El papá de la niña rica esperaba a su mujer y a su hija en un pequeño bar cercano al colegio. También, en el mismo bar, esperaba a su mujer y a su hija el padre de la niña pobre.

-¿Me permite que pague su cerveza, hombre pobre?

-Ya está pagada, hombre rico. ¿Usted no es el director de "Construcciones el Idilio"?

-Efectivamente respetable hombre pobre.

-¿Y cómo se le ha quedado a usted el cuerpo después de despedir a veinte obreros de su fábrica?

-No tuve más remedio. La crisis nos ha afectado a todos.

-Lo sé. Pero a unos nos ha afectado más que a otros. Usted, por ejemplo, aún conserva su Mercedes y el "Mini" de su mujer.

-¿Quién es usted, hombre pobre?

-Soy uno de esos veinte obreros que han aumentado el paro.

-Vaya, hombre. Lo siento. Es mala época para todos… ¿Puedo invitarle a una ración de langostinos a la plancha?

-Me hiero en los labios al chupar las cabezas... La falta de costumbre.

Se asomaron al pequeño bar las mujeres y las niñas de los dos hombres:

-¡Mira, niña pobre, ése es mi padre, el del brillante en el dedo..! ¿Y tu padre, está también dentro del bar?

-Sí, mi padre es el que habla con el tuyo.

-¿Es ése que no lleva brillantes en el dedo?

-El mismo.

-Debe ser muy pobre, ¿verdad.?

-No. Es muy rico porque tiene un corazón de oro…

Arreciaba la lluvia cuando el Mercedes se puso en marcha y el padre y la niña pobres volvían a casa protegidos por un viejo paraguas…

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