Un pensador, de esos que está fuera del circuito del pensamiento correcto, vino a decir hace unas décadas con mucho tino, que Europa había decidido- tras un ominoso siglo XX-, suicidarse. Nos empeñamos en negar nuestras raíces europeas aun empapados de ella, y se nos impone una concepción más moderna, más buenista, que seguimos llamando europea, pero que desnortada no sabe muy bien a donde va. O sí. A cualquier sitio, menos a lo que fue una vez Europa. Nuestros abuelos crearon la cultura occidental con dolores de parto, en oposición al Islam, al que se pasó siglos combatiendo, por sus valores inmensamente inferiores a la fe y la razón cristiana. Esto pica a los apóstoles del multiculturalismo, pero no tiene mucha discusión. El yihadismo mata, cierto, pero el islam moderado, salvo escasas excepciones, tiene en su entraña la idea de que el prójimo no es una persona igual en derechos y en dignidad. Islam y democracia son de imposible convivencia, pues el muslim no está dispuesta a dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo del César. Esta idea no convierte en islamófobo al que la sostiene. Combatir al yihadista que está dispuesto a morir por su causa inane no es fácil, pero defender sin complejo nuestra cultura occidental frente al islam moderado, se torna imposible. De ahí el fin de Europa, que ha quedado paralizada, acomplejada, que no responde a este reto más que con la "dichosa unidad de los demócratas". Más policía y mejor seguridad, bien. Pero no sólo con el código penal, también con el Civil, con la Ley de Extranjería, con leyes más firmes que aclaren sin resquemor al musulmán que vivir aquí significa asumir nuestro modo de vida. No hace falta armar otra Cruzada, aplicar las leyes bastaría. Pero no sueñen, eso no va a ocurrir. El buenismo está inoculado en una sociedad atontada de tanto progresismo.

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