Como cada febrero, recordaremos uno de los momentos irrepetibles de nuestra historia presente, el que supuso la expresión de voluntad para que Andalucía ocupara el papel de sujeto político activo en la configuración del nuevo modelo de Estado que modeló la Constitución democrática. Ahora que tanto se habla de las emociones en política, vemos que aquella jornada demostró cuan racional resulta la voluntad de los pueblos cuando hablan con su corazón. Cada febrero debemos y queremos recordarnos y festejar nuestra dignidad.

Y cada febrero nos inunda el carnaval, bienvenido sea, para dar salida a tanta mala cuaresma acumulada, la de los "asusta-pensionistas", la de los que disfrutan de la justicia cegada por el poder, la de los que nos ofrecen insultantes e infantiles juego de "escaños de favor y de castigo" olvidando que los escaños, también los escaños, los pagamos para asentar nuestra soberanía y no sus ilustrísimas posaderas. El carnaval de verdad viene a exorcizar ese otro que vampiriza las emociones henchidas de razón que dieron luz a los actos constitutivos de nuestra democracia, como el 28 F.

Nada más peligroso que figuras, como el Gobernador del Banco de España, lo usen políticamente para meternos miedo con nuestras pensiones, que a los fiscales los usen políticamente para vestir de procedimiento la desigualdad de trato, o que los grupos políticos locales disfrazados de consensos confundan el objeto y sentido de los órganos consultivos de participación, como el Consejo Social de Ciudad. No traten de engañarnos con argumentos impostados, en este órgano ya participaba el movimiento asociativo, el reglamento le reservaba 4 puestos, y también preveía que participaran 4 personas de especial prestigio profesional. No traten de engañarnos que aquí sabemos de Carnaval y de repartos partidarios.

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