Entramos de lleno en el periodo vacacional y algunas personas preparan viajes veraniegos, viajes de alto riesgo para muchos otros que tratan de huir de agujeros de pobreza y que, por agencias de viajes, solo cuentan con desalmados entramados mafiosos. La llegada de inmigrantes africanos en patera a nuestra costa se ha duplicado en lo que llevamos de 2017, el mismo problema se presenta en Italia y Grecia, 60.000 y 9.900 respectivamente han llegado de forma ilegal a estos países. Mientras en el mar de Alboran perecían ahogadas 49 personas la UE miraba para otro lado. Nuestras fronteras, nuestros gobiernos, son cómplices. Las fronteras, como los muros, pueden ser fuente de crímenes legales.

Aquí estamos inmersos en un debate que para nuestra democracia es muy importante. Es opinión general que la Constitución dejo, probablemente en aras de un complejo consenso, sin dar solución a la distribución territorial del poder y sobretodo a las relaciones materiales y formales entre los distintos niveles de poder y gestión. Es tremendamente peligroso que se frivolice con el tema convirtiéndolo en una guerra bilateral de banderías, cuando las posiciones centradas y centrales son marginales y los ensueños de intervención antidemocrática (el 155 y la cabra de la legión) y de falsos procesos constituyentes son los argumentos mas visibles, la salida es tremendamente difícil. Las fronteras son cosa delicada y desde el sur deberíamos tomar nota porque, hablando no de banderas sino de las cosas de comer, parece que el gobierno central quiere imponer la indisponibilidad de más de 600 millones necesarios, y seguramente insuficientes, para mantener y desarrollar nuestros servicios esenciales. Lo mismo en Andalucía necesitamos también menos guerras de banderías, más política y alianzas para defender nuestros intereses.

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