Cuchillo sin filo

francisco Correal

Fuendetodos

LOS académicos de la Lengua Mario Vargas Llosa y Antonio Muñoz Molina debieron hacer un ejercicio de mordérsela -la lengua-, invitados de honor en una ceremonia que su presentador, un comicastro alimentado por la vulgaridad y la notoriedad, convirtió en una lección de mala educación y chabacanería. La noche de los Goya la verdad es que prometía. Parecía que Juanito Navarro y Lina Morgan se habían escapado de la lista de artistas que nombró Mariano Ozores para montar un musical que Dani Rovira sazonó con los títulos de algunas de las mejores películas españolas de los últimos treinta años. Con la propina de un buñuelo -el homenaje a Buñuel- que fue un churro.

El humor es una legítima herramienta intelectual cuando se practica con equidistancia y sin sectarismo. No lo hizo el presentador, que pretendió ridiculizar al ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Lugo, con una astracanada a la que por cortesía y deferencia no respondió el destinatario de la broma levantándose y diciéndoles adiós muy buenas. Todo era incienso sin embargo cuando el presentador se dirigió a Javier Bardem. El ministro, es verdad, habla cuatro idiomas pero no tiene ningún Oscar. Como estuvo Serrat, fantástico con esa canción del cine Roxy que sonaba a un relato de Juan Marsé, Rovira jugó a Sabina. Y bien que le acompañaron los comparsistas. El actor Antonio de la Torre soltó un editorial de periódico que se lo podría haber ahorrado con el consejo que le dio el productor de un documental premiado a los actores: pásense por Cáritas y verán la cruda realidad. Juan Diego Botto se acordó de los titiriteros. Esos golfos que hicieron apología del terrorismo de ETA en un espectáculo infantil. No debió leer la magnífica columna que Fernando Savater publicó en El País en el vigésimo aniversario del asesinato de Fernando Múgica.

En el patio de butacas, los rostros de la nueva política. La gala tenía un tufillo de déjà vu dirigida por un epígono de Bobby Deglané. Nominaron a la abuela de uno de los directores premiados y una joven actriz galardonada le dedicó su Goya a un taxista de Zaragoza, paisano del pintor de Fuendetodos (y todas). Hasta subieron al escenario una nieta de Irene Gutiérrez Caba y un nieto de Gabriel Arias Salgado, primer ministro de Información y Turismo de Franco.

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