SI la semana pasada hablábamos de los movimientos migratorios de nuestros jóvenes hacia países del norte de Europa a la búsqueda de oportunidades acordes a su formación e inquietudes, hoy presentamos, como si fuera un espejo, el resultado de fenómenos migratorios internos que tuvieron lugar hace tres o cuatro décadas en España.

'Furtivos', el trabajo de Vicente Paredes que nos presenta el Vicerrectorado de la UCA, y que se expone hasta el próximo 29 de noviembre en la Kursala del Aulario de la Bomba de Cádiz.

Paredes realiza un documento antropológico utilizando como modelos a personas que en los años setenta abandonaron el medio rural gallego y extremeño para trasladarse a trabajar en la industria bilbaína, generadora en aquel entonces de puestos de trabajo estables. Aunque el fenómeno es extrapolable a otros flujos migratorios entre el campo y la ciudad en distintos puntos de España.

Sin duda, el proceso de adaptación tuvo que ser duro y complejo. Eran personas que venían de cultivar la tierra para subsistir, constituyendo esa misma tierra su hábitat y las marcas esenciales de su identidad. Para pasar a vivir en una gran ciudad, donde la tierra quedó oculta bajo el asfalto, y donde sus rasgos identitarios debían ser aniquilados para pudiera producirse la terrible adaptación.

Pero el fotógrafo busca e indaga hasta descubrir situaciones que furtivamente subyacen en esa aparente realidad. El fotógrafo nos muestra, con un lenguaje inocente y casi pueril pero a la vez lleno de tintes clandestinos e inquietantes, el hábitat secreto donde estas personas han conseguido preservar, a escondidas de la sociedad urbana, aquellos rasgos identitarios que trajeron consigo, fundamentalmente su vinculación a la tierra.

Como si de una tribu secreta del Amazonas se tratara, estos emigrantes encontraron acomodo a su genética rural en los resquicios que la tierra y sus vacíos entre lo público y la propiedad a veces presentan. Y con un contrato tácito con la propia tierra, prometen encargarse de ella y respetarla si ésta los mantiene furtivos a los ojos de la ciudad. Una ciudad que los tolera siempre que su permanencia sea clandestina y marginal, y no reivindiquen una propiedad que supuestamente no les corresponde por foráneos, anacrónicos y usurpadores.

Sorprenden en su estilo, el uso del retrato frontal y lleno de aparente simplicidad, pero a la vez cargado de simbología. Y el uso de la luz artificial en entornos naturales, que refuerzan esa sensación de sorprender o desenmascarar al fotografiado, a la vez que le otorga un papel sobrenatural o de preponderancia categórica en el discurso general.

Reflexiones, todas ellas, sumamente interesantes que el autor, Vicente Paredes, nos presenta. Nacido en Orihuela en 1972, se licencia en periodismo en 1995 en la Universidad del País Vasco y posteriormente cursa estudios de fotografía en el Westminster College de Londres. Dejando a partir de ahí un interesante rastro fotográfico de análisis etnográficos documentados en su entorno más cercano, y que abren debates sobre las profundas contradicciones de la sociedad actual y la amalgama de seres distintos que la forman. De las dificultades de fusión de los mismos y de los planteamientos, a veces inverosímiles, que dan solución a las mismas. Un profundo trabajo, por tanto, que intenta profundizar en las verdaderas raíces del ser humano y su relación con el entorno.

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