Hace tiempo que hago mía la celebre frase del matador Rafael El Gallo, «Hay gente pa tó», que cuentan que soltó cuando le presentaron a Ortega y Gasset diciéndole que era un filósofo. Yo, sin embargo, me he tomado la libertad de otorgarle un sentido distinto que no es el de la expresión de rareza del histórico diestro. La uso más por una cuestión de magnitud: me asombra que, en los días que vivimos, haya gente para llenar espacios distintos y distantes de manera casi simultánea, no sé si como expresión de un modo de vida que nos hace salir y estar fuera mucho tiempo. Es algo que observo en distintos ciclos del año, pero el más cercano, el de las pasadas fiestas, vino a reforzarme la idea. ¡Qué de personal! Allá donde fueras y durante días y días encontrabas ríos de gente en las calles, bares, restaurantes y, sobre todo, en los centros comerciales. Además, sin apenas la tregua de un día y medio, esos centros han pasado de estar llenos por las compras de Navidad y Reyes para pasar a estarlo por las rebajas. Admirable. Ignoro cómo se puede soportar, económicamente me refiero. Será que se programan mejor que uno. Sin embargo, tanta furia consumista no logra teñirme de prosperidad -o de la llamada recuperación- la foto que tengo de nuestro presente. Sigo siendo muy consciente de que, tras la crisis, ha crecido la desigualdad y se ha ensanchado la brecha entre pobreza y riqueza, mayor ahora de lo que antes era. Y no se me quitan de la cabeza las personas y familias que no pueden llenar bares ni ventas ni esos centros comerciales. Los datos económicos y sociológicos refuerzan la sensación. Eliminar la brecha que separa a una parte tan considerable de la población de un mínimo bienestar sería un buen objetivo de gobierno para el año que comienza. Utópico sí, pero qué sería del ser humano sin la utopía.

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