La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Gruñones

La fiebre consumista y la aporofobia son las dos caras de otro trastorno cada vez más extendido: la fobia a la Navidad

La culpa, otra vez, la tiene Youtube. La muñeca más buscada de estas Navidades es LOL Surprise. No mide más de 5 centímetros. Cabeza enorme y ojazos al estilo Keane. El pelo, de color chillón. Se coleccionan. Cuestan entre 16 y 100 euros. Están escondidas en una bola asalmonada con purpurina. Después de bajar siete niveles de enigmáticas esferas, ahí está ella. El premio final tras superar mensajes secretos, pelucas, zapatos, accesorios y una botella de agua con poderes mágicos.

El producto estrella de MGA Entertainment es la antítesis de la palabra estrella del año: aporofobia. Siguiendo la estela de escrache, refugiado y populismo, el término acuñado por la filósofa Adela Cortina ha sido el elegido por la Fundación del Español Urgente para representarnos en 2017. Todos constituyen, en realidad, una continuidad de un mismo sentimiento de rechazo al otro que se va adaptando a cada contexto como un camaleón. Porque no nos repelen los famosos ni los ricos; porque, cuando hablamos de xenofobia y de racismo, lo hacemos pensando en los de abajo. En los pobres.

Los dos extremos patológicos, el de la fiebre consumista y el de la aversión a quien nada tiene, no hacen sino abrazar un trastorno en auge: la fobia a la Navidad. Todos conoceremos los síntomas: ansiedad, melancolía, desórdenes alimentarios, compras compulsivas... La consultora Coaching Club le ha puesto cifra: dos de cada cinco españoles "se dormirían el 24 de diciembre y no despertarían hasta el 2 de enero". Lo nuevo es el nombre: necesitamos las palabras para visibilizar los fenómenos. Para comprender su alcance. De la hiperactividad a la apatía. De los atracones a la culpabilidad.

Tuvo sentido en su día: aprovechar el solsticio para engordar un poco y afrontar los negros meses de invierno. Hoy suena a frivolidad. Nos gusta quejarnos y embutirnos en el popular personaje de pitufo gruñón. Pero el trastorno es otro: es egoísmo y es ingratitud. Lavamos nuestras conciencias con impostada solidaridad para luego deleitarnos en nuestro sufrido estado de exceso insoportable.

No es ninguna casualidad que el libro de un sacerdote se haya convertido este año en uno de los fenómenos editoriales más inesperados: Biografía del silencio. Lo firma Pablo d'Ors, nieto del conocido pensador, y nos propone un recorrido de meditación interior en una dirección completamente contraria a los tiempos de exhibicionismo e hiperconexión de hoy. Se me ocurre transformar los gruñones navideños en gruñones en silencio; un alivio colectivo para dar la bienvenida al nuevo año.

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