HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Habla culta

COMO si en España no hubiera problemas de los que hablar ni por los que agraviarse, la ministra de Fomento y una parlamentaria catalana han dado ríos de tinta, al que contribuyo con mi afluente, por una cuestión de acento en el habla de la primera afeado por la segunda. No da para tanto porque los lingüistas tienen muy bien estudiada la lengua española y sabemos casi todo de ella. No sé si habrá cambiado mucho la manera de tratar estos estudios, pero cuando yo estudié Lingüística se distinguía entre habla culta y habla inculta. Los ejemplos que se ponían de habla culta eran 'medicina' y 'medisina', y de habla inculta 'medecina' y 'melecina'. Para no herir susceptibilidades, se distinguía entre habla inculta y habla popular, que no es necesariamente inculta. En todas las sociedades antiguas y modernas, la que da la norma es el habla culta, que no sólo la usan de manera natural las personas cultivadas, sino ciertas clases sociales.

La ministra de Fomento se acerca más a una lengua popular que a una culta, sin ser inculta en las formas de expresarse. No vale decir que piensa más rápido que habla porque el habla natural de una persona es siempre la misma hable rápido o despacio. Si habla deprisa, lo máximo que le puede pasar es que tenga un desliz, un lapso o una equivocación, pero su forma de hablar no cambiará. No parece muy segura la ministra de su forma de expresarse: la forma de hablar se aprende en las casas desde que se nace y a lo largo de la vida en los estudios y relaciones. El habla no cambia. Por su parte, la parlamentaria catalana maneja una incultura soberana sobre los estudios lingüísticos: el habla culta andaluza, emparentada con la canaria y las de Sudamérica, se considera progresiva, cada vez influye más en la lengua general, mientras que las hablas castellanas del interior se tienen por regresivas por todo lo contrario.

La línea del seseo y de la casi supresión de la d en los participios y en las palabras acabadas en 'ado' está ya al norte de Madrid y, por supuesto, en América. Otra tendencia de la lengua española es la suavización de las jotas y de las eses, una contribución de Andalucía al español del mundo. Las lenguas no están quietas en el uso cotidiano. Se mantienen normas literarias para que todos los lectores entiendan los mismos libros y periódicos, pero la lengua en cuanto pronunciación evoluciona para bien, para hacerse más agradable al oído y limar sus sonidos más duros. Naturalmente, la evolución de un idioma hacia mayor claridad y belleza parte de las hablas cultas, que son las que tienen la riqueza expresiva y el prestigio, y no de las incultas, que no los tienen. Las hablas populares pueden pasar a las lenguas cultas en palabras muy contadas o en locuciones con matiz irónico, pero no más. Así que la catalana no sabe lo que es una lengua culta y la andaluza la tiene a medias.

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