Hacerse de valer

Presumir de las horas que se trabaja, sin tener en cuenta si cunden o no, resulta contraproducente

La expresión del título no parece correcta, pero mejor para su expresividad. Tampoco resulta intachable la actitud a la que se refiere y, por eso, la frase rima con la impresión que produce. Ha advertido Gómez Dávila que uno de los principales problemas de la democracia es que al poder no llega quien no se postula. Podríamos decir: o el poder o el pudor. No son compatibles. Una manifestación más superficial de este hecho es que los candidatos tienen que ponerse a sí mismos en valor, como se dice con un lenguaje que no es el de Cervantes, ni lo merece.

Se ha visto en el debate en el parlamento andaluz sobre la compatibilidad o no de la presidencia de la Junta con la carrera de las primarias. Susana Díaz ha contestado que tiene capacidad de sobra para ambas responsabilidades, cómo no, ¡buena es ella!, y que su capacidad de trabajo es el doble que la de todos los demás. "Miren, miren mi agenda", ha presumido, "cómo está de llena, no como la de Juanma Moreno o la de Teresa Rodríguez, tan cortitas y a medias". El argumento podría ser tramposo, porque arranca con ventaja: los compromisos inherentes al cargo de presidente de la Junta rellenan cualquier agenda de inauguraciones y eventos varios. De hecho, puede incluso ser un truco, porque cabe que esa presencia institucional, que los medios recogen, sea una manera de coger, de paso, delantera en las primarias, y se esté trabajando en Andalucía, no sólo el doble, sino con una leve doblez.

Además, contar la capacidad de trabajo por las muchas horas que se echan resulta una cuenta anticuada y puede que hasta un mal ejemplo. La clave está en la productividad. A Susana no habría que valorarle la agenda al peso, sino según sus resultados.

Las últimas tendencias de gestión de recursos humanos apuntan a que las empresas con horarios de trabajo más flexibles y menos extensos son más eficientes. Se rescatan ejemplos históricos de grandes trabajadores creativos, Darwin por las Ciencias, Dickens por las Letras, que no trabajaban más de cinco horas diarias. Yo, naturalmente, tengo grandes esperanzas en la evolución de esa especie. Aunque tampoco Moreno o Rodríguez pueden deducir, por tener agendas más livianas, que lo hacen mejor. El rendimiento depende de los frutos. Y no, cuidado, de los suyos propios para sí, sino para los ciudadanos, que son los que les pagamos el sueldo. Contra tanto hacerse de valer, está el valor de hacer.

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