Pretérito perfecto

Manuel Romero Bejarano

In illo tempore

ES opinión extendida entre los jerezanos que nuestra ciudad es de una antigüedad casi proverbial e incluso hay quien afirma que Adán y Eva pasearon por el Gallo Azul. Es este un asunto espinoso tratado por muchos autores en el trascurso de los siglos y que no sólo incumbe al rigor científico, sino que afecta al honor patrio, como demuestra el empecinamiento de algunos historiadores actuales cuyo nombre omitimos por vergüenza. Los datos que tenemos en la actualidad no permiten afirmar que Jerez existiera con anterioridad a la época islámica, pero el peso de todo lo que se escribió en épocas pasadas es grande, de ahí que muchos crean que vivimos poco menos que en Ur de Caldea.

La tradición histórica jerezana, entre la que podemos destacar las obras de Fray Esteban Rallón, Bartolomé Gutiérrez y Francisco de Mesa Xinete, remontaban la antigüedad de Jerez casi al origen de los tiempos. Todos estos autores creían que la ciudad ya existía en época de los fenicios, e incluso antes y no dudaban en exponerlo en sus voluminosas obras sobre la historia local. Las afirmaciones de estos autores no era desinteresada. Por un lado, trataban de engrandecer lo más posible a la ciudad, afirmando que había sido creada en tiempos remotos, algo que se entiende en una época en que la historiografía y la literatura eran dos disciplinas muy unidas y que en ocasiones llegaban a confundirse. Por otro lado, el argumento del origen antiquísimo de Jerez era esgrimido como razón de peso para obtener la silla episcopal. Hay que aclarar que tras la conquista cristiana en 1264 la población quedó incorporada al Arzobispado de Sevilla, aunque durante siglos luchó (sin resultados satisfactorios) por erigirse en sede episcopal independiente. Por otro lado, en la época tardorromana se fundó en esta zona el obispado de Asido, restaurado en el siglo XIII por Alfonso X en Cádiz. Pese a que el lugar de fundación de esta sede episcopal fue la actual Medina Sidonia, durante el siglo XVIII se insistió en que era Jerez con tal de lograr tener un obispo propio. Para ello se interpretó la decoración almohade de las puertas de las murallas de la ciudad como de origen fenicio, e incluso se falsificaron documentos que llegaron a confundir al Padre Flórez, quien en su España Sagrada afirmaba que los orígenes de la población se perdían en la noche de los tiempos.

Como prueba del remoto origen de la localidad, desde el siglo XVIII los eruditos locales se dedicaron a describir restos romanos hallados en la ciudad. Sin embargo, todos estos vestigios fueron encontrados reaprovechados en otras construcciones, sobre todo en la muralla y sus puertas, pero también en otros edificios. Por ejemplo, en la actualidad podemos contemplar "in situ", en la Iglesia de San Lucas una columnilla con inscripción romana que sirve de guardacantón en una de las esquinas de la portada principal. Casi con total seguridad estos restos fueron traídos de las ruinas de Asta Regia, situadas a pocos kilómetros de la ciudad. En épocas de carestía económica, y por tanto de falta de materiales constructivos, los restos de esta importante población de la época romana tuvieron que servir de cantera para los nuevos edificios de jerez.

En el siglo XIX, cuando los estudios históricos se emprenden con un poco más de rigor que en épocas anteriores, comienza a identificarse a Jerez con la ciudad romana de Ceret. Stéfanos de Bizancio en el siglo V d.C. afirmaba que en las proximidades de las Columnas de Hércules existía una ciudad denominada Xera, que fue identificada por algunos autores (como Bertemati y con posterioridad César Pemán) con esta ciudad y a su vez con la Ceret romana. La existencia de algunas monedas del siglo I con la inscripción Ceret o Cerit, y las referencias del autor clásico Marcial a un vinum (vino) y un ager (campo) ceretanus, no parecían sino confirmar esta hipótesis.

La identificación de Ceret con Jerez toma fuerza con el hallazgo en las huertas de Santo Domingo, frente a las Puertas de Sevilla, en fecha que no se ha podido confirmar de una lápida (ya desaparecida a finales del siglo XIX) dedicada a Lucio Flavio Cordo en que aparece la mención populs m.C., lo que fue interpretado como m(unicipii) C(eretani), si bien otros autores la han interpretado como m(unicipii) C(esarini), lo que anularía el hallazgo como prueba del remoto origen de Jerez, ya que haría referencia a Asta Regia, que era colonia de Julio César.

Unas monedas encontradas por el Padre Estrada a mediados del siglo XVIII en los cimientos de un edificio de la plaza del Mercado con la leyenda Ceret y el hallazgo, por parte del erudito Agustín Muñoz, en el mismo lugar de otras monedas con similar inscripción, también fue utilizado como argumento arqueológico para probar la existencia de un Jerez romano. Sin embargo, en la actualidad parece existir cierto consenso entre los expertos en numismática, quienes se inclinan a pensar que dichas monedas provienen de una ceca que funcionó entre los siglos II a.C. y I d.C. y que estaba situada en Baeturia Celtica, la actual Jerez de los Caballeros.

Respecto a la identificación del Ager Ceretanus de Marcial con las tierras jerezanas hay que decir que pese a que varios autores, entre ellos varios profesores del Departamento de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, sostienen esta hipótesis, habitualmente se han venido identificando estas tierras con las de Caere, en Etruria, que parece reunir las mismas características descritas por el autor latino.

En resumen podemos decir que en la actualidad no hay pruebas convincentes, ni arqueológicas ni filológicas, para afirmar con rigor la existencia de un Jerez romano, ni aún visigótico. Ya en los años 60 del siglo XX el insigne investigador Manuel Esteve Guerrero se pronunciaba en este sentido, poniendo en entredicho la procedencia local de los restos romanos encontrados en el casco urbano. Por otro lado, las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en las últimas décadas por el Servicio Municipal de Arqueología en el interior del recinto histórico de la ciudad, y que han afectado a un número considerable de inmuebles, no han aportado hasta el presente ningún nivel de época romana. Tan sólo se han encontrado datos correspondientes a esta época en áreas bastante alejadas del núcleo histórico, como son los casos de las circunvalaciones Norte y Oeste, donde han aparecido restos de alfares romanos.

Según las hipótesis más convincentes, los orígenes de la actual Jerez estarían en el abandono de la ciudad de Asta Regia. Este enclave, situado junto a la actual pedanía de Mesas de Asta, parece que se encontraba habitado ya a principios del II milenio a.C. y fue una destacada población bajo la cultura turdetana, y aún más importante en la época romana. Un estero la comunicaba con la desembocadura del Guadalquivir y en él se construyó un puerto desde el que exportar los productos de su rica campiña. Se ha confirmado la continuidad de la población durante la época tardorromana, visigótica y islámica, pero parece ser que a finales de la época califal (en el siglo XI), el estero se cegó a causa de los sedimentos arrastrados por el río y la vetusta Asta Regia fue abandonada. Precisamente de esta época datan los restos arqueológicos más antiguos encontrados en Jerez, situada en un buen enclave defensivo y cercana al río Guadalete, razones que probablemente indujeron al traslado.

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