CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Intento de alegato contra la pureza flamenca

EN el recién terminado XVI Festival Flamenco de Madrid, hemos presencia un intento de alegato contra la pureza flamenca. Que eso pretende ser el espectáculo que el cantaor Arcángel ha creado en homenaje al inolvidable Manolo Caracol. Pero lo que a nuestro modesto entender ocurre, es que Manolo Caracol no era ningún heterodoxo, por el mero hecho de cantar zambras para que las bailara Lola Flores, porque la zambra ya formaba parte del acervo flamenco y él, sencillamente, le injertò verdadera jondura, hasta el punto de ser, más que canción, el único cante patentado desde los principios del siglo XX hasta hoy. Y allá en los primeros años setenta, La Paquera de Jerez, impresionó una antología de las zambras caracoleras, obras de León y Quiroga en su mayoría, con la soberana y magistral guitarra de Manolo Sanlúcar, es decir, sin necesidad de piano y orquesta alguna, consagrando definitivamente al estilo como cante de primera entidad. Fue un homenaje no explícito pero sí implícito.

Arcángel puede hacer lo mismo, pero ha contado con el pianista Dorantes, las guitarras de Miguel Angel Cortés y Daniel Méndez, más el adorno del baile de Rosario Toledo, desarrollando un recital sobre guión y dirección audiovisual de Manuel Correa. El reto de Arcángel consiste en mantenerse hora y media en escena, empezando por los estilos que Manolo Caracol interpretó siendo un niño: siguiriya, soleares y saeta, para ganar el Concurso de Cante Jondo de Granada, organizado por Falla y García Lorca, en 1922. Los interpreta lógicamente con su tesitura de voz, totalmente diferente a la de Caracol. Después, "dijo" fandangos, cantiñas y bulerías. Y en una tercera parte del espectáculo las consabidas zambras más famosas, dejando constancia de su personalidad artística. Quizás sobran algunas de las imágenes que se proyectan a lo largo de la función. Una función que el respetable aplaudió con generosidad. Quede apuntado.

Mas a la conclusión que se puede llegar, ante el fallido, por equívoco, alegato contra la pureza flamenca de Arcángel y sus colaboradores, es que en un deseo determinante de originalidad, en el campo del flamenco se está llegando a poner en práctica ideas un algo rocambolescas, tanto en el cante como en el baile y la guitarra. Habría que fomentar la convicción de que la originalidad en arte sólo se consigue a través de la naturalidad del propio personalismo. Y en el flamenco existen muchos ejemplos preclaros al respecto. Manolo Caracol es uno de ellos, sin necesidad de ser un revolucionario, sino, a su manera, un mantenedor de la tradición enriqueciéndola.

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