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Juan Jesús Cantillo Duarte

Intervención arqueológica: plaza Cocheras, esquina c/ MorlaTartesos: leyenda e historia

La ciudad de la historia

L A intervención arqueológica de carácter preventiva llevada a cabo entre los meses de octubre de 2007 y mayo de 2008 por la empresa Figlina, Gabinete de Arqueología, Desarrollo y Servicios del Patrimonio Cultural S.L. en el solar situado en la intersección de la c/ Morla con la Plaza Cocheras, en Jerez de la Frontera (Cádiz), ha contado con una interesante secuencia estratigráfica que abarca desde al menos los s. XI-XII hasta el s. XVIII-XIX.

Lo realmente llamativo a la llegada al solar fue observar en la c/ Morla un antiguo azulejo colocado por imposición de Carlos III a mediados del s. XVIII donde se atisbaba "Calle del Molino de Morla". Un dato ciertamente revelador de lo que los textos posteriormente anunciarían y que la arqueología refrendaría. En este sentido, Rosalía González en el 2001, tras indagar en el Archivo Municipal de Jerez de la Frontera sobre la producción aceitera en la ciudad en la edad moderna, ya advertía de la existencia de un molino de aceite en la c/ Morla perteneciente a D. Diego de Morla, una destacada figura del estamento nobiliar del ámbito local.

Efectivamente tras efectuar varios sondeos en el solar objeto de estudio se pudo observar en primera instancia los hallazgos de restos atribuibles a un antiguo molino de aceite o almazara, con productos arqueológicos encuadrables en un horizonte moderno (s. XVIII). Tras la excavación en extensión pudimos ratificar este hecho. Se trataba de un edificio apriorísticamente in situ, con evidencias de elementos como la regaifa, las bases de inserción de las vírgenes y guiaderas, la poza subterránea, el quintal y 13 tinajas de diversa funcionalidad y tamaño, parcialmente empotradas en el suelo, una de las cuales aún tenía restos de alpechín, una sustancia líquida oscura y fétida que sale de las aceitunas cuando están apiladas antes de la molienda. Igualmente logramos documentar el enterramiento de un équido, que asociamos a la fábrica. La distribución espacial de las estructuras habitacionales estaban en consonancia con la de una almazara moderna. Se documentó además de la planta de la torre de contrapeso, la zona de prensado, la zona de recepción de la materia prima y la de almacenaje y reposo del aceite resultante tras su decantación, la chimenea o fogón, cuatro almacenes contiguos, la zona de reposo del aceite previo a la venta y presumiblemente la zona de acceso a la fábrica. No logramos documentar el área de molturación, ya que la misma se situaba fuera de la zona de excavación, sin embargo la tenemos localizada y esperamos en una siguiente fase de control de movimientos de tierras podamos recuperar el molino propiamente dicho. Aún así, el análisis de este conjunto estructural sirvió para ver el proceso de producción de aceite en una almazara.

Tras su pertinente documentación se retiraron y depositaron en el Museo Arqueológico de Jerez todos aquellos elementos susceptibles de ser preservados, donde serán expuestos al público visitante. Agradecer en este sentido la colaboración prestada por Ismael Carpinter, de TCG Topografía, en el dibujo técnico de cada una de las tinajas.

A una cota inferior registramos un nivel de ocupación adscrito al s. XV, con restos de derrumbes asociados a estructuras murarias arrasadas, niveles de incendios, fosas de vertidos y niveles de relleno con numerosos restos de materiales latericios constructivos. Agustín Muñoz, archivero local del s. XIX, en su libro sobre noticias históricas de las calles y plazas de Jerez de la Frontera, ya anunciaba la posibilidad de que en la zona en el s. XV se hallase un antiguo molino de aceite previo al construido en el s. XVIII. Ratificamos esta percepción al haber documentado resto de una antigua regaifa usada como zapata de los muros perimetrales de la fábrica del s. XVIII y numerosos restos de tinajas, sin embargo, el elevado grado de alteración antrópica sufrida hace difícil precisar esta atribución. Parece evidente la reutilización de los materiales de esta fase para la construcción de la almazara del s. XVIII.

Estratigráficamente por debajo de este complejo estructural se hallaba un estrato arcilloso, estéril desde el punto de vista arqueológico. Cubría al sustrato geológico, situado a una cota aproximada de -5 m. sobre la rasante de la calle, y receptor de un campo de silos y un pozo de noria de los ss. XI-XII y por tanto atribuible a un horizonte almohade.

Se documentaron un total de 9 silos, algunos de ellos con perfiles cilindriformes con un excelso registro arqueológico compuesto por ataifores, ollas, cazuelas de asas de costillas y decoraciones vidriadas vedrías y melados con manganeso, alcadafes, cuentas de collar sobre material óseo, jarritas de pasta pajiza, cangilones o arcaduces, un molino de mano, restos de tinajas estampilladas y un fragmento de reposatinajas. Algunos de estos productos arqueológicos se recuperaron completos y con un magnífico estado de conservación.

En el silo 1, el único con materiales sin vidriar y con cronología ligeramente más tardía (s. XI- fase prealmohade), logramos documentar en la base, la tapadera, elaborada sobre piedra ostionera. Por otro lado el silo 9 se correspondía con un pozo de noria, caracterizado por una boca con diámetro de tres metros y un muro de mampuestos irregulares en uno de los extremos. Se logró excavar la estructura hasta llegar al nivel freático, el cual se comenzó a atisbar a una cota aproximada de - 7 m.

Por otro lado, en uno de los perfiles registramos un tramo de muro elaborado con sillares subcuadrangulares de piedras calcarenitas coronadas con una línea de ladrillos toscos y ligados con una argamasa de cal y arena. Pensamos se halla relacionado con la excavación efectuada en la propia Plaza Cocheras en el 2005 donde se documentaron restos de una vivienda coetánea.

En síntesis, resaltar la importancia del yacimiento ubicado entre la Pl. Cocheras y la c/ Morla para conocer la secuencia histórica de la ciudad de Jerez. La magnitud de los hallazgos hacen del mismo una pieza importante para conocer y analizar la actividad económica desarrollada en la ciudad desde al menos los ss. XI-XII hasta el s. XVIII-XIX cuando el olivar va desapareciendo en detrimento de la vid y el vino se va configurando como el principal motor de la economía jerezana.

Recordemos de nuevo hoy en estas líneas aquellos relatos legendarios que, originados aquí o traídos de lejos, quizá por marineros fenicios celosos de preservar sus ricas vías comerciales, se difundirían durante generaciones entre las gentes de este suelo nuestro envuelto por las nebulosas fantasías sobre Tartesos, tierra y río homónimo con sus "fuentes de venas de plata" (Estesícoro, Fr. 7 Page), y también entre los navegantes que intentaban traspasar las Columnas de Hércules: los mitos de Crisáor y su mostruoso hijo Gerión trimembris, que en Eritía, famosa isla de los confines de Europa no muy lejos de las Hespérides, apacentaba un ganado digno de un trabajo de Heracles, sus magníficas "vacas de color rojo" (Apolodoro, Biblioteca II 106), míticas antecesoras de nuestros toros colorados y retintos; los fabulosos y civilizadores soberanos tartesios Gárgoris y Habis, este último expuesto nada más nacer, como Edipo o Rómulo y Remo (Justino XLIV 4); el acaudalado y longevo rey, también de Tartesos, Argantonio, entre la historia (Heródoto I 163) y la leyenda (Anacreonte, Fr. 16 Page); o los bulos acerca de fenómenos increíbles (el sol que silba, como hierro candente, al meterse en el mar; los árboles "gerioneos"...) y terroríficos peligros (pulpos, algas, el "hombre marino"...), que nos transmiten Estrabón, Plinio, Avieno o Filóstrato, acerca del océano del gigante Atlas.

Fco. Antonio García Romero

Coordinadores/Centro de Estudios Históricos Jerezanos www.cehj.org

Eugenio J. Vega Geán

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