ESTE año se cumplirán dos décadas desde que aquel horrible 17 de octubre de 1991 ETA hiciera saltar por los aires el coche en el que viajaban María Jesús y su hija Irene, de doce años, segando piernas, brazos y vidas. Aún recuerdo la imagen que vi en la televisión: una señora trataba de erguir su cuerpo del suelo, donde se había quedado pegada tras el estallido de su coche. Era María Jesús, que buscaba a su hija, a la cual no volvió a ver hasta mucho tiempo después en una habitación de un hospital. Primero las separó la ETA y luego las urgencias médicas para asistir a la velocidad necesaria ambas vidas que se evaporaban.

Mientras, en un colegio de Madrid, su otra hija, Virginia, pegaba un brinco en el pupitre durante la clase de inglés y gritó el nombre de su madre. Una premonición, un presentimiento, y luego la certeza. Los médicos le dijeron a Luis Alfonso que su hija no tenía piernas, ni brazos y que su cara estaba destrozada. Necesitaban la autorización rápida de su padre para poder intervenir. Pero Luis Alfonso, para evitar que su hija viviera en una jaula el resto de su vida, dijo que no hicieran nada por ella, que la dejaran morir.

Cada vez que Luis Alfonso ve a Irene, licenciada, ganando medallas de oro deportivas, recorriendo el mundo y habiéndose convertido en la musa de las víctimas de ETA, siente apuro. Irene bromea con él sobre esta decisión que tomó: "Papá, si los médicos te hubieran hecho caso….". Irene se ríe. Él no, pero lo compensa con orgullo. El que sentimos los que apreciamos a Irene, a quien hemos visto crecer y luchar durante estos últimos veinte años.

Irene tiene ahora treinta y dos. ¿Qué ha hecho Irene Villa en todo este tiempo? Primero, en el hospital donde le salvaron la vida, ser consciente, con doce años, de lo que le había ocurrido. Un día, sentada en la cama del hospital, se percató de que su cuerpo era más corto. Observaba que las sábanas se quedaban planas sobre el colchón muy pronto. Se fijó en que en las sábanas no había relieve, que sus piernas no desordenaban las telas, y preguntó a una vecina que la acompañaba en la habitación en ese momento: "¿Y mis piernas?". Cuando empezó a ser consciente de que las había perdido, creyó que le volverían a crecer. Y ese pensamiento se convirtió en certeza.

Irene es ahora periodista, está licenciada en Psicología y Humanidades, escribe artículos y libros, colabora en radio, es conferenciante, transmite valores en institutos. Es también medallista de esquí alpino adaptado en campeonatos de Cataluña, España y Francia. Colabora para conseguir que el significado de su nombre se haga realidad: "Paz". Salta en paracaídas y conoce a los personajes más mediáticos del mundo que defienden los valores de la pobreza y el respeto por el medioambiente.

Pero Irene se nos casa en Junio con Juan Pablo, un joven sin discapacidad que la ama porque es la mujer más maravillosa del mundo. Irene desea tener un hijo. Como ella dice: "Hay que saber que se puede, porque lo mejor está por llegar".

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