Alberto Núñez / Seoane

Judíos y palestinos

Tierra de nadie

LO fácil, lo sencillo, pero no lo más cierto ni lo más justo, es seguir la corriente a la mayoría. Unirse al rebaño de borregos, a menudo manipulados por las consignas de quienes tienen intereses bien distintos a la solidaridad, la justicia o la verdad. Sentirse parte integrante de una multitudinaria manifestación que hace suponer a los maleables crédulos que obedecen, sin darse cuenta, los mandatos de sus señores que están luchando por la libertad. Culpar, sin saber muy bien porqué, siempre a los mismos de todo, como si de este modo lavasen sus simples conciencias de pecados mucho más tristes que aquellos de los que acusan a sus pretendidos opresores. Falacias, todas, en plena vigencia dentro de nuestra estúpida sociedad industrial y desarrollada. Pero la verdad, guste o no guste, nunca es ni tan sencilla, ni tan evidente, ni está solamente en una de las dos orillas del río que intentamos cruzar.

Israel bombardea la franja de Gaza, que forma parte de Palestina pero, Palestina no es sólo la franja de Gaza. Centenares de muertos, miles de heridos… el desastre de la guerra, la injusticia de la muerte de inocentes, la tragedia del sufrimiento de los que se quedan solos, la crueldad de una situación inhumana que se viene repitiendo desde que el hombre es hombre pero que, a pesar del pretendido avance de la civilización, de la cultura y de la conciencia social, parece no tener fin.

Pero, ¿qué es lo que está pasando allí?, ¿porqué el ejército hebreo ataca Gaza? ¿cuáles son las causas de que la situación en Oriente Medio sea cada vez peor, a pesar de los muchos esfuerzos realizados por casi todas las partes implicadas?

Lo que está pasando allí es que, después de la muerte del nefasto Arafat y del posterior nombramiento de Abu Mazen, persona prudente y cabal, como jefe del Gobierno palestino, el grupo terrorista -no lo digo yo, sino la lista de organizaciones terroristas de la ONU- "Hamás" se alzó con el triunfo en las últimas elecciones generales que hubo en Palestina. Esta aberración democrática mostró bien a las claras a Occidente, cual era el sentir de la mayoría de los palestinos, no de todos, al votar para ser "gobernados" por asesinos sin escrúpulos capaces de enviar a una muerte estupida e inútil, a sus mujeres y a sus niños que, a su vez, matan a otras mujeres y a otros niños inocentes, todo a cambio de la promesa con la que les engañan sus enloquecidos clérigos: un sitio en el "paraíso".

La Unión Europea, EE.UU. y el resto de países industrializados que ayudaban a los palestinos, anunciaron el fin de su colaboración humanitaria mientras fuese un grupo terrorista quien gobernase el país.

Desde entonces, se suceden los atentados suicidas de Hamás, provocando muertos y más muertos en las ciudades hebreas; diariamente se disparan entre diez y veinte misiles desde Gaza a las cercanas poblaciones judías, causando destrucción, temor, heridos y muerte; son continuos los altercados sangrientos perpetrados por Hamás utilizando la red de pasadizos subterráneos que han construido bajo la frontera entre Gaza e Israel. Es decir, Hamás, y con ellos todos los que les votaron, no ha escogido ni las negociaciones ni la paz, sino la guerra.

Lo que hace el ejército hebreo es lo único que puede hacer, el motivo por el que actúa no es otro que el de defenderse legítimamente y tratar de acabar con los que matan a su gente: también civiles, también inocentes, también mujeres y también niños.

No creo que nadie, ni los palestinos, ni el resto de los árabes, ni Rusia, Europa o los mismísimos EE.UU. pudiesen ser capaces de obligar a los hebreos a poner en peligro el futuro del Estado de Israel. Nadie podrá, jamás, echarlos de allí, ni por las buenas ni por las malas, créanlo; porque tienen medios más que suficientes para impedirlo y la convicción tampoco les falta.

Los verdaderos culpables de la prolongación "sine die" de la tragedia que padecen palestinos y judíos; no son ni los unos ni los otros, ni Europa, ni la mayoría de los países occidentales u orientales; son los "señores" oscuros de la guerra y los "intermediarios" obscenos del damero político internacional. Antes, el corrupto Arafat, mientras mal gobernó a "su" pueblo; ahora, el sanguinario Hamás, ametrallando a todo el que se le oponga, y en medio, siempre los oscuros intereses, de EE.UU., Libia -en su momento-, Siria, Irán, Rusia o China. Los unos, Arafat ayer o Hamás hoy, aunque pueda parecer increíble, por mantener un estatus y unas prebendas que sin la guerra perderían. Muy poco, por no decir nada, les importa ese que llaman "su" pueblo.

Los otros, esos países oscuros -más unos que otros-, por mantener sus influencias en la zona y anteponer sus intereses mezquinos al respeto a la vida de las gentes.

Entre tanto, el horror que no cesa: la sangre de unos y otros, el dolor de familias árabes y hebreas, la desesperanza de dos pueblos acostumbrados a lo peor. Sólo cuando ellos: judíos y palestinos, sean los únicos protagonistas, será posible la paz.

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