Lecciones de 'Coriolano'

Ya William Shakespeare tenía muy claro que en política no existen soluciones (ni casi solución)

Es una de las tragedias menos leídas de Shakespeare, pero T. S. Eliot decía que era la mejor, ea, y la contraponía a Hamlet. Para el gran poeta y crítico, Coriolano tenía el sentido que la otra, tan dubitativa, no acaba de alcanzar. Lo que sí tiene Hamlet es misterio y ambigüedad: por eso Eliot, perspicaz, lo califica como La Mona Lisa de la literatura; mientras que Coriolano muestra una nitidez de líneas tan clásicas como su tema de romanos. Lo curioso es que, al primer golpe de vista, permite interpretaciones tan diferentes que una producción de la Comédie-Française en los años 30 acabó en graves disturbios entre comunistas y fascistas porque ambos creían que era pura propaganda del otro bando.

Eliot tiene razón y la obra constata claramente que la política no tiene soluciones ni mágicas ni puras. Natural, por tanto, que espante tanto a fascistas como a comunistas. El líder carismático que podía ser Cayo Marcio Coriolano no consigue trasladar sus méritos privados al ámbito público, incapaz de adular a los votantes y de negociar con unos y con otros. Y su vanidad herida termina volviéndose contra todos. Shakespeare sí le reconoce, melancólico, su nobleza inútil.

Más duro es con la voluble plebe, que vota sin ton ni son ("Vuestros votos se convertirían en maldiciones contra vosotros mismos") y que se desconoce: "¡Oh, si pudierais voltear los ojos a las nucas de vuestros cuellos y hacer siquiera una inspección interna de vosotros mismos!" Tampoco la libertad de expresión queda bien: "A fuerza de rascaros la pobre sarna de vuestra opinión os hacéis costras".

Los políticos populistas ("para comprar su afecto, me haré charlatán; les estafaré los corazones y volveré a casa como el ídolo adorado de todos") son aún peores. Siempre dejan "a un lado la controversia sin resolver y más enredada". Tampoco funcionan bien las maniobras dentro de los partidos, ni las envidias ni las traiciones.

En el siglo XIX el crítico Hazlitt ya lo vio tan claro como Eliot. Dijo que quien conociese Coriolano podría ahorrarse la crítica de la Revolución Francesa que hizo Burke y, a la vez, la defensa que hizo Tom Paine. En efecto, Coriolano no es una tragedia de Shakespeare. Es la tragedia de la política, también de la del siglo XXI. Ni el líder carismático ni el populista ni el intrigante son una solución automática. Hemos de permanecer siempre críticos y pragmáticos, y muchas veces ni así.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios