LÍNEA DE FONDO

Pedro Manuel / Espinosa / Pespinosa@diariodecadiz.com

La Liga de los estrellados

La 'Premier League' reina en Europa y las televisiones de medio mundo se pegan por lograr sus derechos

La Liga española purga sus miserias por Europa mientras Inglaterra se pavonea. Real Madrid, Sevilla, Valencia, Atlético de Madrid, Zaragoza y Villarreal se han despedido de sus competiciones con un bagaje ridículo, con mucha pompa y ceremonial pero poco más. La que otrora fue autoproclamada mejor Liga del mundo está en crisis y queda en evidencia en cuanto sus equipos se dan una vuelta por el continente. Ahora manda la Premier League. Los ingleses, que algo sabrán de este juego después de haberlo inventado y perfeccionado, han sido los primeros en darse cuenta que la unión hace la fuerza. Sus clubes han constituido un organismo solvente que vende los derechos televisivos conjuntamente, sin dividirse, sin dar facilidades. Sus clubes fichan a jugadores jóvenes de países exóticos para garantizarse su interés y colocan los partidos a las doce de la mañana si hace falta para que puedan verse en China o Australia. La Premier es una especie de NBA del fútbol que incluso se plantea disputar algunos encuentros fuera de su territorio, una excentricidad difícilmente realizable pero que evidencia su apuesta por la innovación. En Inglaterra el fútbol guarda una liturgia ancestral, pariente del rugby, que nos embriaga con sus cánticos, su expectación, su forma de entender el juego cuando ganan y cuando pierden. En esos campos tan verdes y perfectos se mezclan piernas, cuerpos, intensidad y un balón atolondrado que va de un sitio para otro a un ritmo endiablado, consciente de que en cualquier momento puede ser protagonista de algo grande. Es fútbol, señores, fútbol en estado puro. Lo que hacemos aquí últimamente es un sucedáneo, con jugadores que nunca están donde deben y que parecen carteros de tanto llevar la pelota de un lado a otro para entregarla en mano al compañero que tienen a un metro. Inglaterra está dando una lección a Europa y los más listos seguirán su estela. Aquí, mientras, echaremos la culpa del juego penoso al árbitro, al viento, al campo o a Miguel de Cervantes si se encarta.

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