Le dice un loco a otro: - ¿Qué, cómo está tu madre? - Muy bien. Muy calladita y muy tiesa. - ¿No se habrá muerto, tío?
- No, no creo, porque ella me lo habría dicho antes. No hace nada sin consultar conmigo.
- Pues eso es muy raro… ¿Está fría?
- Es que ya está refrescando mucho.
- Eso es el otoño… ¿Le has tomado el pulso?
- ¿Qué es el pulso, tío?
- Eso que tenemos debajo del reloj.
- ¿Y para qué quiero yo saber la hora que es? Tienes cosas de loco.
- Yo no tengo cosas de nadie porque yo no robo. Yo soy pobre pero honrado.
- Si tú fueras hornrado te hubieran puesto una medalla.
- ¿Dónde?
- En el cuello, tío. ¿Te la iban a poner en una rodilla?
- ¡Qué cosas tienes..! Me parece a mí que tú no estás muy bien de la cabeza.
- Pues eso mismo me pasa a mí contigo. Tú no sabes qué es el pulso ni sabes que tu madre se ha muerto o está fría.
- ¿Y qué necesidad tengo yo de que mi madre esté caliente? Cada uno está como quiere o como puede. Eso es meterse en la vida de los demás.
- Yo no me meto en la vida de nadie. Yo lo único que te digo es que tener a una madre fría y tiesa da mucho que pensar.
- Yo no pienso. Yo vivo, que ya es bastante…
- Sí. Pero hay que ver la vida que vives tú.
- Yo vivo la vida como todo el mundo, respirando.
- ¿Nada más que respirando? Te vas a quedar muy delgado. ¿Tú no comes?
- No, gracias, no tengo ganas. Me he comido esta mañana medio Diario de Jerez.
- Pues eso es malo para el estómago. ¿A que tienes ardores?
- Yo no tengo ardores. Yo lo que tengo son adoradores porque yo soy Dios.
- Oye, pues no te he reconocido. Como estás pelado al rape…
- Yo me pelo como quiero… Dios hace siempre lo que quiere.
- Oye, ¿y cuál de las tres Divinas Personas eres tú?
- La cuarta.
- Culá que te parta.
- ¿Qué me has dicho? ¿Te atreves a insultar a Dios?
- Dios me libre. Lo que pasa es que yo no me acabo de cree que tú seas Dios. Tengo mis dudas.
- Porque te falta la fe. Eres un incrédulo.
- ¿Qué quieres? ¿Que yo me crea por cojones que estoy hablando con Dios?
- ¡Acabas de decir una palabrota delante de mi santidad..!
- Pues tu santidad perdone. Ahora te voy a decir una cosa: ya no hay quién crea en Dios porque España es un Estado aconfesional.
- ¿A confeccionar qué?
- Pantalones vaqueros durante casi todo el día, como la cosa siga así.
- ¿A qué cosa te refieres?
- A la crisis, hijo, que no te das cuenta de nada.
- ¿Qué es una crisis?
- Una crisis es un huevo frito para diez comensales.
- ¿Y cómo salen?
- Con más hambre que antes.
- ¿Y eso está pasando, tío?
- Claro que está pasando. ¿Desde cuándo no te comes tú un huevo frito?
- No me acuerdo. Creo que cuando la explosión de Cádiz.
- Es que están muy escasos. Las gallinas de ahora en vez de poner huevos ponen denuncias por malos tratos.
- ¿Y quién maltrata a las gallinas?
- El Gallo Azul que está en la calle Larga.
- Tío, tú dices cosas sin sentido. Como sigas diciendo tonterías llamo a ese guardia que está en la esquina.
- Como llames al guardia te doy con la porra en la cabeza.
- Pero si tú no tienes porra, majareta, la porra la tiene el guardia.
- Sí, pero es cuñado mío y me la puede prestar. Y como me la preste te doy con ella en el coco y vas a ver tú lo que vale un peine.
- No me importa lo que valga un peine. ¿No ves que tengo la cabeza como un huevo de avestruz?
- Es que eres muy feo, tío. Parece que tienes la cabeza embarazada…
Se liaron a guantazos los dos locos. Se acercó el guardia de la esquina y preguntó:
- ¿Qué pasa aquí..?
- Que este loco dice muchas tonterías.
- ¿Qué loco si estás tú aquí solo..?
El loco buscó al otro loco y ya no estaba. Iba corriendo que se las pelaba por la calle de San Francisco que es larga y serena. Y, cuando llegó a su casa, resultó que su madre no le abría la puerta porque estaba más fría y más tiesa que cuando el loco salió a dar una vuelta.
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