Hablando en el desierto

Lucha de jóvenes

Las peleas en serio tenían su moral de grupo, reglas y estricta vigilancia

N style="text-transform:uppercase">Os hemos enterado de que en algún lugar de España se organizan peleas entre niños -entiéndase entre muchachos muy jóvenes, a juzgar por las imágenes- y ha sido causa de escándalo. Antes de escandalizarse habría que saber primero quiénes, para qué, cómo y con qué reglas se organizan esas luchas, no vaya a ser que eliminemos uno más de los ritos de iniciación de nuestra especie. En otra época lejana se organizaban pedreas entre grupos de barrios o calles rivales y algún contendiente salía chocado. Los transeúntes miraban con cierta indiferencia el desfogue popular y cogían por otra calle. Los muchachos educados no se apedreaban entre sí, ni siquiera nos dejaban jugar con los niños de la calle, gente con peor destino que el que nos tenían reservado a nosotros. Luego estaban los juegos de violencia fingida para crear lazos de amistad, común en muchos mamíferos, entre ellos los humanos, que sí podíamos ejercitar con amigos, si los padres se conocían, o parientes nuestros. Las peleas en serio tenían su moral de grupo, reglas y estricta vigilancia por el propio grupo y rara vez pasaba de unos empujones y golpes; como mucho, y no siempre, de unos rasguños o, excepcionalmente, de un ojo morado.

Era también un juego, pero violento, y cuando acababa el juego acababa la violencia y se hacían las paces, de grado o a la fuerza. No se le podía pegar a uno más débil, o de menor edad, o con una enfermedad reconocida, o, por conveniencia, al hijo del maestro o de cualquier persona que tuviera ascendencia sobre los luchadores. Los hermanos y primos tomaban partido por su pariente tuviera o no razón y al final recibíamos una admonición de los padres, quienes, íntimamente, se alegraban de que su hijo se hubiera defendido. Como ven, toda una moral social que evitaba acosos escolares posteriores, antes de inventarse esa figura siniestra causa de algunas tragedias, y de que las películas de artes marciales hicieran de las peleas una especie de ballet con puñetazos estratégicos y patadas medidas. Las películas del Oeste eran más naturales en cuanto a peleas y a los niños les entusiasmaban. De modo que si las luchas entre muchachos que ha sido noticia con pretensión de escandalosa se ciñen a todo lo anteriormente escrito y a alguna otra norma de la que me he olvidado, no es noticia ninguna, sino el rescate de un comportamiento natural en la especie humana para estar preparados en adelante y saber que la realidad es menos idílica de lo que nos cuentan. Ya lo decía Cicerón: "Lo justo y lo injusto de las leyes y las costumbres se distinguen cuando los comparamos con el principio más antiguo de todos: la naturaleza." Y la naturaleza pone en los muchachos unos ritos de iniciación que, bajo vigilancia y prudente juicio, no deberíamos reprimir por un concepto frívolo de la paz.

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