Cuarto de Muestras

Lugares comunes

La actualidad está huérfana, no hay quien nos la cuente

A style="text-transform:uppercase">ntes de escribir el artículo semanal me gusta echar un vistazo a todo lo que se publica por los mejores columnistas del momento y por los más leídos también. Me lo leo para buscar sobre qué escribir yo misma sin causar saturación. Casi siempre acabo defraudada porque el pensamiento único también ha llegado a la opinión y es bien pobre que en todos lados se hable sobre lo mismo y con muy pocos matices. La opinión publicada en su mayoría es una suerte de marea, un ruido de fondo, que sube y baja y repite el lugar común que ya los tertulianos han manoseado previamente. La opinión no provoca reflexión sino hartazgo. Parece el ejercicio escolar de un niño al que han castigado a repetir cien veces lo mismo. Que si Pedro Sánchez y Susana, que si Iglesias y Errejón, Que si Patxi y Susana y Sánchez, que si Trump y Putin. El columnismo está hecho de inmediatez y de lo cotidiano y claro, es lógico que se repita y que todos hablen de lo que pasa en el momento.

Lo que echo en falta es la opinión, la verdadera opinión. El criterio distinto se comparta o no. No imagino a Umbral diciendo lo mismo que a Anson, ni a Vázquez Montalbán lo mismo que a Campmany, ni a Alcántara o Vicent diciendo algo vulgar. Camba y Ruano jamás coincidirían en sus opiniones ni en su genialidad porque eran únicos, por más que coincidieran en el tiempo y en la noticia. Ahora están Arcadi y los Arcadistas, todos escribiendo igual; los tertulianos, todos repitiendo sus opiniones por escrito. Y, poco más, porque los verdaderos escritores con columna se escapan del instante y escriben de lo cotidiano o de cualquier cosa menos de lo que pasa.

La actualidad está huérfana, no hay quien nos la cuente. Lugares comunes para justificar esta Europa náufraga o la España ingobernable pero domesticada o la resurrección de los nacionalismos que nunca murieron. Es más fácil criticar al machote de Trump que a la sociedad que es capaz de elegirlo como presidente y preguntarse por qué ocurre eso.

Vivimos unos tiempos desasosegantes en los que la corrupción se ha descubierto pero de nada sirve, los derechos que creíamos consagrados se revierten sin saber hasta dónde; seguimos en manos de especuladores que manejan una vieja Europa en quiebra que sólo sabe cerrar sus fronteras. Pero no sabemos contarlo, hay miedo e incertidumbre. Por eso se habla tanto del frío y de lo evidente. No sabemos contar, opinar y arriesgar. No hay valor.

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