A RIENDA SUELTA

Pablo Fernández Quintanilla

Madaya

HACE algunos días, dos equipos de fútbol de la liga griega se echaron al suelo en el primer minuto de partido en señal de duelo y repulsa por las masivas muertes de inmigrantes que naufragaban en sus costas. El problema sirio lleva 5 años enquistado. En el teatro del mundo, de las relaciones internacionales, Al Asad fue primero el malvado y más tarde el valedor de la moral que plantaba cara al Estado Islámico, amigo nuevamente de los intereses de las potencias. Es terrorífico admitir que aquellos que murieron ahogados en el Mediterráneo cerraron los ojos para siempre de forma menos agónica que los pobres ciudadanos de Madaya, que sufre un cerco por parte de las tropas de Al Asad desde hace meses que les está matando de hambre. Tanto desesperan las cifras de muertos y desplazados que continuamos haciendo nuestras vidas con irremediable normalidad. Lo de Madaya, los bombardeos, los ahogamientos de niños... Valga ese gesto de los futbolistas griegos tan paradigmático, porque desde luego este mundo quita las ganas de caminar.

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