Pocas cosas hay sobre este mundo que se puedan comparar con la adrenalina que se siente justo en los instantes previos a estrenar una obra de teatro.

Te sudan las manos. La sangre se desboca. El corazón resuena con fuerza…

A algunos, esa adrenalina nos da la vida, no sabemos vivir sin ella y nos gusta caminar de vez en cuando por el alambre del riesgo y de lo inesperado.

Hace un par de semanas la volví a sentir, esta vez zarandeándome el alma al ver cómo cinco madres del Colegio del Cuco - "las madres de la biblioteca"- lograban superar sus miedos y se enfrentaban al público más exigente del mundo: el de los niños.

En sus rostros vi la satisfacción de un trabajo bien hecho, de haber disfrutado con cada palabra, con cada gesto, con cada respuesta… En sus rostros se dibujó la palabra felicidad.Ni ellas mismas son conscientes aún de lo que hicieron durante el tiempo que estuvieron en escena, donde los alumnos y los profesores disfrutaron, participaron y aprendieron gracias a su impagable esfuerzo. Créanme si les digo, que lo bordaron.Y lo bordaron porque le pusieron el alma en cada ensayo, en cada baile, en cada sonrisa que provocaron.Lo bordaron porque fueron felices a la hora de meterse en la piel del personaje que les tocó en suerte.

Y lo bordaron porque al público infantil no se le puede engañar, es el más trasparente posible, es el más justo a la hora de repartir besos y aplausos.

Mª José, Zurema, Bibiana, Victoria y Marta, gracias por convertiros en ese Monstruo de las Emociones con el que conseguisteis emocionarme con vuestro trabajo, vuestra entrega y vuestras ganas de enseñar y de educar.

Y recordad: seguid siendo alegres, nunca perezosas, fuertes como la rabia, venced vuestros miedos y reíros de manera calmada.

Un beso monstruoso.

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