Mayo del 68

¿No hay ningún libro titulado 'Los antipostmodernos', que trate de los que se opusieron al mito y sus consecuencias?

Con mis nostalgias, yo ya tengo de sobra. Por tanto, no pensaba celebrar el cincuenta aniversario del Mayo del 68. Como nací en el 69, el 68 es mi prehistoria. Como mucho, mis padres, tan reciente matrimonio carca, estaban en el 68 cumpliendo al pie de la letra, si echamos bien las cuentas, el eslogan del amor y no la guerra. Del 68, prefiero los pensadores a la contra. Acaricié el sueño de una continuación del magnífico libro Los antimodernos de Antoine Compagnon, donde demuestra que lo más interesante de la Revolución Francesa, para las ideas y la literatura, fueron los que se opusieron. ¿No hay ningún libro titulado Los antipostmodernos, que trate de Rémi Brague, de Roger Scruton, de Robert Spaemann...?

Así estaba. Hasta que he leído el ensayo de Josemaría Carabante Mayo del 68. Me ha convencido de que no fue una erupción juvenil burguesa antiburguesa, sino la efervescencia de corrientes filosóficas que venían de muy lejos. Lo más obvio: la muerte de éxito del yo autónomo de la modernidad.

Partiendo de ahí se entienden hasta las estrategias actuales de intervención mediática. Por ejemplo, cuando se afirma que el PP alentó la aparición de Podemos para recoger el voto asustadizo de la mayoría silenciosa, ¿cómo no relacionarlo con la lección del conservador De Gaulle que, en las elecciones que siguieron al mayo del 68 sacó 354 diputados, 100 más de los que tenía? El sueño de Soraya.

Lo más apasionante del 68 no tiene nada de nostálgico. Es lo entreverado de su herencia. Fernando Savater, a la hora de hacer una valoración, se remite con sabiduría oriental a la respuesta del primer ministro chino Chu En-lai cuando le preguntaron si la Revolución Francesa había tenido consecuencias positivas: "Aún es pronto para decirlo". Ramón González Ferriz, que ha escrito otro gran ensayo sobre el particular, 1968 El nacimiento de un mundo nuevo, tampoco lo ve claro: "Esa revuelta cubrió de narcisismo toda la historia occidental posterior, una especie de obsesión por la identidad y un individualismo tan excitante como nocivo, y dejó un legado muy problemático".

Siendo el más crítico con sus ideas, Carabante es el más optimista con el legado, siempre que se sepa aprovechar. La primera lección del mayo del 68 es que el pensamiento y la cultura mueven el mundo. La segunda, que la libertad que nos ganó el 68 todavía puede utilizarse, si nos ponemos, para proponer además un sentido.

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