Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Mea culpa

Hubo un tiempo en que costaba Dios y ayuda encontrar un cura para un entierro en el País Vasco

Si hay un personaje abominable en la novela Patria de Fernando Aramburu, con unos niveles de vileza superiores incluso al del autor del crimen, es el párroco condescendiente, el cura que había sido consejero espiritual de las dos amigas y vecinas que iban para monjas en su juventud y a las que el destino separó cuando puerta con puerta una se convirtió en la viuda de la víctima y la otra en la madre del asesino. Metáfora literaria de la falsa equidistancia del falso conflicto, porque aquello nunca fue una guerra y los muertos los ponían siempre los mismos. La única guerra en la que no ha muerto ningún cura, como ha escrito más de una vez Fernando Savater, un filósofo a quien no le importó sacrificar su prestigio intelectual e incluso su integridad física para denunciar un nuevo totalitarismo disfrazado de sueño identitario, una cruenta utopía vernácula sazonada con todas esas mentiras que catalogó Julio Caro Baroja en algunos de sus libros.

En el comunicado de los obispos vascos, éstos entonan su mea culpa al reconocer las complicidades, ambigüedades y omisiones que la Iglesia ha cometido en este territorio dándole la espalda a las víctimas. Como dejaron de matar, igual hay gente que olvida que en muchos de los atentados costaba Dios y ayuda, nunca mejor dicho, encontrar un cura para un funeral y un entierro digno. Los etarras además creían firmemente en la otra vida, porque los cementerios, y también se cuenta en la novela de Aramburu, han sido uno de los escenarios favoritos para sus tropelías. Repiten el lugar común del acercamiento por razones humanitarias de los presos etarras. ¿Y quién acerca a las víctimas, a los que mataron y también a quienes dejaron sin un marido, un padre, un hijo, un abuelo o un compañero de oficina o de peña ciclista?

No matan, pero la ponzoña sigue bien despierta. Cuando oí a Arnaldo Otegi hablar de "todos y todas" en su corrección política, como quien hace suflé en el cráter de un volcán, pensaba en la perfidia de unas instituciones como las del Gobierno navarro que convocaron una manifestación a favor de los agresores de los guardias civiles de Alsasua. Imaginen que se hiciera algo parecido con los jóvenes encarcelados por su participación en una violación múltiple en los Sanfermines. En ese Gobierno reparten patentes de héroe y de canalla. Y el confesor está haciendo la quiniela.

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