Sin más preámbulos comenzaré por el principio. El 1 de mayo fue la fiesta del trabajo. Lo siento por algunos postmodernos, abducidos por la inmediatez de las fantasías digitales, pero no hay nada más importante que las manos y el cerebro de aquellos que se sienten orgullosos de su condición, de pertenecer a las personas con capacidad de transformar la materia en valor de uso y disfrute. Honesta la mirada mancomunada del trabajo, que, con sabiduría colectiva, ha afirmado que es "tiempo de ganar", que es de justicia que se nos devuelva parte del valor que hemos creado, eso que llaman crecimiento, pero, de momento, solo lo notan los beneficios de algunos empresarios, el 36% han crecido en Andalucía.

Como contraste miremos a otro lado, Madrid y Cataluña sufren, con el trasfondo de recortes sociales y corrupción, de parecidos síntomas. Cataluña en la espiral del sinsentido independentista, sin gobierno ni salida, y con el ridículo institucional del gobierno Rajoy, que, por no saber no sabe ni cuanto ni donde se han gastado los fondos la Generalitat, aunque era él, por obra del 155, el que mandaba sobre esos fondos. La otra cara de la misma moneda, una expresidenta que roba en supermercados y todas las familias del PP lanzándose acusaciones de corrupción y deslealtad entre ellas.

En su juego perdemos la mayoría, las instituciones que se deterioran son de todos y, mientras, se les llena la boca de retórica y eluden sus responsabilidades. Así pues, no dudan en escatimar los fondos comprometidos para luchar contra las violencias machistas, de los 200 millones comprometidos por el pacto de estado los presupuestos solo contemplan 120 y además sin carácter finalista. Quizás con parte de esos fondos se podría formar a esos jueces que incentivan, en forma de Sentencia, las violaciones de las "manadas machistas". Menuda tropa.

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