Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

La Navidad gana de calle

Estos días se diluye la política entre una industria tan potente en Jerez como es la de las zambombas y belenes

Entre las muchísimas cosas buenas que tiene la Navidad está el efecto de tregua política que produce. Estos días, entre zambomba y zambomba, entre almuerzo y almuerzo, entre festivo y festivo, apenas si se habla de la situación municipal. No porque se hayan arreglado los problemas, que ahí siguen y lo que nos queda, sino porque sencillamente no hay tiempo ni espacio para hablar de ellos entre tanta convocatoria lúdica y tiro porque me toca. Por cierto que si echamos un vistazo a las agendas, parece como si el día 16 fuesen a acabarse el mundo y el universo, tal es la cantidad de eventos públicos y privados previos a la Navidad en ese día, sin una mesa libre en un restaurante desde hace semanas (naturalmente después de leer esto habrá quien salga diciendo que aún la tiene; no falla).

Hablaba de los políticos, de su ausencia. Más que de los medios, en los que siguen ocupando su sitio a duras penas con broncas y posibles tripartitos, más bien me refiero a su ausencia en la lista de preocupaciones de los ciudadanos en estos días. Hasta después de Reyes incluso se les mirará con cierta complacencia en buena correspondencia con el espíritu navideño que todo lo invade y, a fin de cuentas, los políticos también son criaturitas de Dios. Pero esta evidente indiferencia ante lo que hacen no es exclusiva de este período del año tan disipado políticamente. La distancia entre la ciudadanía y la clase política va mucho más allá del final de la festividad de la Epifanía. El desapego entre ambos forma parte ya de la cultura de estos tiempos. Si echamos un vistazo atrás, treinta años atrás, encontraremos aquella enorme manifestación que recorrió las calles de Jerez -como hoy recuerda Fran Pereira en un reportaje- en apoyo del entonces alcalde Pedro Pacheco. Paradojas de la vida, quien mayor apoyo recibió jamás en las calles de Jerez es hoy un político repudiado, incómodo como entonces pero ahora por otros motivos y un símbolo de la caída del poder político cuando alcanza cotas absolutas, con casi media docena de condenas en contra. Pero entonces, cuando llevó la ilusión a las calles de Jerez y planificó con rigor urbanístico una ciudad a la que devolvió el orgullo y protagonismo perdidos, cualquier jerezano estaba dispuesto a echarse a la calle por defenderle. Desde aquel tiempo cambió mucho él -para mal- y cambiaron mucho las cosas: ya no se toleran los abusos, la Justicia ahora actúa y los ciudadanos, bastante hartos, no pasan ni una. Y ya no se echan a la calle por casi nada. Sobre todo si está relacionado con la política. Porque por otras cosas, sí. La Navidad es una de ellas. No la Navidad en sentido cristiano, su verdadero origen (pues para ver un motivo religioso en los alumbrados públicos instalados estos días hay que irse al Vaticano) sino como negocio.

En Jerez, ese binomio imbatible de las zambombas y los belenes, junto a la gastronomía 'mosto-pestiñal', es lo que más moviliza a las personas en todo el año y sin necesidad de estar empadronadas aquí. Una industria en continuo crecimiento. Vamos, que si existiera un 'partido navideño zambombista belenista', ganaría de calle.

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