Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Nombre de mujer

Las mujeres no necesitan que venga una ministra a darles palmaditas en la espalda, sino que se corrijan las injusticias

Dice Fátima Báñez que la recuperación económica tiene "apellido de mujer". No sé cómo entenderán ustedes semejante afirmación, pero yo me inclino a creer que la ministra quería decir algo y no terminó de salirle del todo. En sentido literal, los apellidos se siguen resistiendo a la distinción de género y son los mismos siempre, aunque igual tendría su gracia que cambiaran a tenor del sexo, quién sabe. En sentido figurado, si lo que quería decir era que el empleo femenino es el que está tirando del carro, pues entonces esto sí que tiene gracia: en el mundo laboral, la brecha salarial entre varones y mujeres no sólo no se ha reducido sino que sigue creciendo (la UGT fija la desigualdad en un 24%) hasta niveles que, sencillamente, no se pueden asumir ni con los que un país desarrollado debería conformarse jamás. Pero sí, según Báñez, de esto se trata: de tirar del carro haciendo el mismo trabajo (o más) por menos salario. En realidad, algo sabemos al respecto desde 2008. Y si la ministra celebra que la crisis ya es historia porque se contratan a más mujeres, igual habría que puntualizar que si se contratan a más mujeres es porque existe toda una tradición a favor de pagarles menos de lo que les corresponde. Báñez olvida un matiz: no es cuestión únicamente de salir del paro; también de hacerlo en condiciones justas.

Y algo de esto saben las mujeres. Recientemente Andalucía volvió a quedar señalada en el mapa nacional a cuenta de otra brecha: la de la pobreza. Las ciudades con menos poder adquisitivo de España se encuentran en la región, igualmente en una deriva ampliada en los últimos años. Pero si de nuevo se establece una distinción de géneros, adivinen cuál es el peor parado. Las mujeres no necesitan que venga una ministra a darles palmaditas en la espalda, ni el reconocimiento de las instituciones, ni homenajes en días señalados. Lo que necesitan es que se corrijan las injusticias allí donde se produzcan. Que se pongan en marcha los instrumentos precisos para extinguir las desigualdades y que las administraciones y las empresas que mantengan la brecha sean sancionadas. A las mujeres hay que llamarlas por su nombre, no por su apellido. No son empleadas, ni reclutas. Son personas. Los discursos y las buenas intenciones sobran, lo que hace falta es política. Pero, como siempre, la política está en otra parte.

Nadie dijo que cambiar una cultura contraria a la mujer iba a ser sencillo. Pero serían de agradecer, por lo menos, voluntades más firmes, no este buenismo de pacotilla con el que pretenden tenernos contentos. Qué barato sale aún el paternalismo.

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