Noticias falsas

La brecha entre la masa y las élites, que tanto se teme, comienza con la quiebra de la confianza en los medios

De la sucesión de inesperados resultados electorales que han venido sucediéndose -el penúltimo de los cuales el triunfo de François Fillon en las primarias de la derecha francesa- emergen dos grandes damnificados: las empresas demoscópicas y, lo que es mucho más relevante, la credibilidad de la información y de la opinión que suministran los principales medios. El desastre de las encuestas puede deberse a la falibilidad de unos métodos que no parecen adaptarse a una ciudadanía tornadiza e insegura, si es que no sucede que los intereses de las empresas, coincidentes con los de su clientela, tienen demasiado reflejo en sus augurios. Pero el reiterado y escandaloso fracaso de los grandes medios en sus tradicionales tareas de informar, orientar y conducir a la opinión pública merecería por su parte una reflexión que me parece inaplazable. Pero en vez de ello, se han dedicado a denunciar el papel de las redes sociales como propagadoras de falsas noticias que, según se dice, han podido influir en los resultados de las elecciones americanas, que todos daban ya por hechos a base de desearlos.

Lo que al parecer no interesa considerar es por qué en una democracia centenaria y más que experimentada -en América se vota casi tanto como en España- la ciudadanía se deja influir antes por lo primero que le salta a su pantalla que por las sesudas opiniones del New York Times. ¿No será que el ciudadano de a pie ha dejado de distinguir entre la falsedad evidente de unas noticias y el sesgo indisimulado e interesado de otras, y comienza a guiarse, en ese y en tantos otros asuntos, por una especie de instinto sobre lo bueno y lo malo, sobre lo que le conviene y lo que le perjudica? La brecha entre la masa y las élites, que tanto se teme, comienza con la quiebra de la confianza en los medios que en todas partes hacen posible la comunicación entre ellas.

La respuesta no puede ser, como algunos ya proponen, el establecimiento de filtros y censuras en las redes sociales. Lo que urge es que los grandes medios recobren su prestigio y credibilidad. Para ello es necesaria una revisión de su papel en la compleja sociedad actual, una liberación de su sometimiento a los grupos de presión que anidan en las redacciones y a la corrección política. Sólo así podrán recuperar su papel en una sociedad plural tan falta como necesitada de valores que la cohesionen.

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