Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Odio, por amor de dios

Dicen que lo que mueve el mundo es el amor. Y vamos y nos lo creemos. Es el odio. Y lo estamos haciendo muy bien

En la novela Cuerpo, de Harry Crews, uno de los dos protagonistas le dice al otro: "Odio, por amor de Dios". Porque se trata de eso, de odiar, no digo en la novela, que también, sino en la vida real. Se trata de que odiemos. Que el motor del odio no se pare, que carbure, que no se gripe jamás. Y que cuanto más potente sea, mucho mejor. Así que hay que echar todo el combustible. Podemos empezar por algo fácil, por odiar a los jueces y a los fiscales por perseguirnos por odiar, y a los legisladores por crear el delito de incitación al odio, y a su brazo armado, la Policía. Y también a los abogados por defender a los odiados y a los odiadores. Hay que odiar también a los militares, desde luego. Y a los pacifistas. ¡Me olvidaba! ¡El Rey! Hay que odiarlo. Y a toda su familia. Hay que odiar la monarquía. Pero hay que odiar también a los republicanos. ¡Y a los políticos, claro! ¡A todos! ¡Gentuza! ¿Sigue habiendo comunistas? No sé. Si queda alguno hay que odiarlo. No digo ya a los anarquistas. A estos hay que odiarlos más que a nadie. ¿Odio étnico? Está tirado desde hace siglos: negros, gitanos, mestizos, amarillos, incluso albinos -se pasan de blancos-, hay que odiarlos a todos. Y un clásico -hay que cumplir con las tradiciones más arraigadas-: hay que odiar a los banqueros. Ojo, también a los tiesos (da igual con quién estén casados, o quizá precisamente por eso), y a los indigentes y a los pudientes. Y desde luego hay que odiar a ricos y a pobres. ¿Odio religioso? Está a huevo: hay que odiar a los católicos y a los protestantes y a los musulmanes -aquí la inquina nunca es bastante- y a los budistas y a los hare krishna. ¡Y a los ateos! Hay que odiar mucho a los ateos, que odian mucho a todos los anteriores y la tienen tomada con los curas y las monjas, a los que también hay que odiar, claro. Y al Papa el primero, tanto si es argentino como polaco o zulú. ¿Y si hablamos de la entrepierna? Aquí ya hay que echar el resto: hay que odiar a los transexuales y a los del autobús tránsfobo, hay que odiar a los mariquitas y a las bolleras, y hay que odiar a las feministas y a todos, absolutamente a todos los hombres, a los que más temprano que tarde les brota la veta machista. Y no, no me olvido, la sombra del imperio es alargada: hay que odiar a Trump. Como a Obama.

Dicen que lo que mueve el mundo es el amor. Y vamos y nos lo creemos, claro. Gracias Hollywood. Menuda gilipollez. Es el odio, joder. Y lo estamos haciendo francamente bien. Lo estamos haciendo del carajo. What a wonderful world.

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