La bajada de temperaturas y la lluvia han adelantado la llegada del otoño. Las rarezas del cambio climático siguen haciendo de las suyas, y no es porque no se haya dicho en todos los foros, que se ha sido más cansino de lo normal, pero aun así viene de sorpresa. Ni Donald Trump, negando la mayor, ni Octavio Augusto cuando decidió ponerle su nombre al sexto mes romano hubiera pensado que las lluvias iban a ser protagonistas antes que llegara el séptimo mes del año. Ojalá no haya inundaciones como siempre y Jerez vuelva a ser noticia en los telediarios. Es lo de siempre. Porque ahora salen estadísticas nacionales donde Jerez consigue una medalla de oro, por fin, y sin que sirva de precedente: la de ser la ciudad española donde los ciudadanos están más descontentos con los servicios municipales. Sus razones tendrán. Después del verano, las alcantarillas deben estar sucias, los desagües atascados, y son muchos los agujeros a tapar. Las aceras peligrosas se prodigan, los árboles resquebrajados que anuncian peligro son muchos más de los deseables. Que si planes de ordenación del centro histórico, que si la revitalización del casco urbano, que si la llegada de inversores, que si la peatonalización de alguna calle o la renovación de la flota de autobuses. Asignaturas pendientes. Que por repetirse y caer en el olvido acaban magnificándose. Entre unos y otros la casa sin barrer. Muchas veces se vuelcan los esfuerzos en proyectos con menos capacidad de hacer la vida más fácil a los ciudadanos, y, los que gestionan parecen olvidar que todo es más sencillo, que solamente se trata de escuchar las necesidades reales, de desarrollar un buen plan de actuación, llevarlo a cabo y evaluarlo más tarde. Tan fácil como tener sentido común y espíritu solidario desde donde corresponda. Más cuando se gobierna.

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