Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

Pelillos a la mar

CUANDO hace un año, aproximadamente, visité a José Ortega Cano en su finca de la Yerbabuena, me encantó descubrir en aquel entorno a una persona tan generosa como es el torero. A día de hoy, sigo confirmando mis palabras pues, hasta en momentos de turbulencias informativas como éstas, el diestro sigue atendiendo a quien lo necesita.

Ayer, mientras se encontraba dando un paseo por el campo, José me confirmó las dos reuniones que, un día antes, había mantenido. Una, la firma de la venta de las escrituras de Villa Jurado que, tres meses después de haberse iniciado la operación, ya es un hecho. Otra, el encuentro con Victoriano Valencia que, al final, resultó -como corresponde a hombres del siglo XXI-, civilizado. "Todo ha ido muy bien", decía Ortega, "Nos conocemos desde hace mucho tiempo y somos amigos". Unas pacificaciones declaraciones que parecen esclarecedoras y que llegan después de la presencia televisiva del viudo de Rocío Jurado en la que acusaba al suegro de Enrique Ponce de haberle impedido el paso en la corridas para las Fallas de Valencia.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Las aspiraciones de José son mucho más sencillas que todo eso. "Sólo quiero torear algunos festivales, hacer algún evento puntual para mantenerme en forma y conservar la ilusión. A los toreros de vocación, como es mi caso, no nos es fácil decir: "Se ha acabado". Es eso sólo a lo que aspiro", concluyó. Después de su breve charla, continuó caminando por las tranquilas tierras de este lugar que soñó junto a "la más grande" y que, entre los dos enamorados, hicieron realidad.

Por su parte, el padre de Paloma Cuevas -que será abuelo para la Feria de Abril-, me corroboraba de viva voz la versión de José. "Yo mismo pedí la reunión en el despacho del empresario y éste le explicó a Ortega la norma de que, para el día de San José, participen exclusivamente tres matadores de la comunidad valenciana. Lo he representado mucho tiempo y es un chaval noble que, enseguida, se dio cuenta del error y se disculpó. Alguien le confundió". Asunto aclarado, pelillos a la mar.

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