Cuarto de Muestras

Pelos y pelajes

Los delitos fiscales de los futbolistas, la corrupción y los delitos electorales comparten peluquero

No recuerdo que se hablara tanto de delincuencia desde los años setenta u ochenta cuando surgió el fenómeno del cine quinqui, propiciado por la gran inseguridad ciudadana y la fama alcanzada por algunos delincuentes marginales. Las biografías de estos tipos de barrio se convirtieron en argumento de películas protagonizadas por los propios chorizos que se representaban a sí mismos. El cine quinqui era una mezcla de robos, heroína y amores desgraciados, subrayado por la música carcelaria de El Fary, Los Chichos o los Chunguitos. Vamos, las típicas películas que a ninguna madre le apetece ver. Perros callejeros, Yo, El Vaquilla; Colegas, El Pico, La estanquera de Vallecas, El Lute…la lista es interminable. Todas presentan a los delincuentes como heroes y tienen por el mejor de los escenarios un triste descampado.

La delincuencia actual más célebre, la que copa todas las informaciones y de la que se habla sin descanso, ha cambiado mucho. La corrupción y los delitos electorales, si es que no son lo mismo, tienen a España cuando menos en estado de alerta. En esta nueva delincuencia no hay marginalidad porque para poder delinquir hay que ganarse un puesto político. Sigue siendo igual de hortera pero podría tener de banda sonora un aria de ópera en vez de una rumbita choni.

Los delitos fiscales de los futbolistas, la corrupción y los delitos electorales comparten peluquero. Algún día se hará un estudio sesudo que vincule los pelos con la delincuencia. Sí, no puedo dejar de pensar que Ronaldo o Neymar se han visto abocados a la delincuencia por los pelados que les han hecho. Propondría una reforma del Código Penal que incluyera entre las circunstancias atenuantes llevar el pelo de una manera tan imposible y, lo tengo claro, dejaría caer todo el peso de la ley en sus peluqueros. Puigdemont o Ana Gabriel están en la misma situación, ese pelo progre les aboca a saltarse la ley sin descanso.

Ada Colau se peina como una monja de un colegio concertado, hasta ahí bien. Pero lo de Puigdemont es como un Harry Potter sucio, un pelo mantenido por la cabezonería de quien no quiere cambiar por más que se estrelle. Un pelo tan extraño que parece peluca. Su pelo es una declaración de principios, el independentismo feo, casposo y anticuado al que quiere llevar a Cataluña.

En fin, Rajoy si me lees, toma nota. No hay que cambiar la Constitución, hay que cortar por lo sano y cambiarles al peluquero.

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