Pues sí, Pepe, amigo. Ya hacía algún tiempo que quería dedicarte unas líneas. Me parece injusto que, en muchas ocasiones, se homenajeé al personal a título póstumo. Que digo yo, maestro, que los reconocimientos mejor dárselos al personal en vida. Cuando uno ya no está lo mismo le va a dar al muerto que le den un aplauso a que lo pongan vestido de limpio, ¿no?

Pues eso, amigo mío. Aquí estoy para mostrarte mi admiración, aun cuando no soy aficionado a ese flamenco al que has dedicado, en lo profesional, creo que el cincuenta por ciento de tu vida; el otro cincuenta, como sabe todo el mundo, la tienes consagrada al teatro, actor como eres, presentador, locutor, escritor, cronista, crítico… Te falta ser alcalde de tu ciudad adoptiva. Pero no… eso vamos a dejarlo, Pepe, que no está el horno para bollos. Bueno, para bollos no, para chichones, en todo caso, sí.

Una de las mayores recompensas de mi trabajo ha sido (es) la oportunidad de verte aparecer por la puerta del teatro y charlar, siquiera un poco, de tu gran pasión. Es un lujo escucharte hablar de algún actor, de alguna obra, aunque sea, como en algunos casos, para decir lo mala que te ha parecido.

No puedo dejar de agradecerte, y eso que han pasado ya diecisiete años, la grabación que hiciste del primer capítulo de una de mis novelas. Aún guardo, amigo Pepe, la cinta grabada con tu voz, un tesoro que guardo como oro en paño.

Espero, amigo Pepe, que la gente siga reconociendo tu valía y tu generosidad para siempre: ahora que estás entre nosotros y cuando, Dios quiera que se muy tarde, cuando no estés.

Jerez tiene suerte de haberte acogido. Tu voz, así pasen mil años, no se apagará nunca. Y los que tenemos la suerte de conocerte, bien que nos alegramos de ello.

Un abrazo, amigo mío.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios