HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Periódicos en verano

CadA verano, con agosto en el centro, se justifica el que los periódicos traigan menos páginas, dejen de incluir suplementos literarios y le dediquen espacio a reportajes y semblanzas intemporales, que deberían aparecer todo el año, por haberse dado como verdad irrefutable la falta de noticias. La razón verdadera es que los periodistas se van de vacaciones. Sucesos para escribir crónicas no faltan; pero, al no haber redactores para hacerlas, es como si no hubieran sucedido. Además de esto, en verano hay, y no siempre, menos noticias políticas en España, una pequeña parte del mundo. Excepto para los decretos leyes, los altos cargos públicos están de excursión y durmiendo la siesta, un descanso físico y mental, aunque haya mentes poco y mal usadas que no necesitan reposo. La prensa pierde pie con las declaraciones olvidables de un ministro o las arriesgadas piruetas de un presidente.

La prensa es una costumbre mañanera, como el café, que, si nos faltan, tardamos algo más en arrancar. En agosto los periódicos publican novelas por entrega, se recatan efemérides de sucesos infrecuentes del pasado, se recuerdan figuras de éxito con un esperanzador porvenir muertas en la flor de la edad o leemos artículos de asuntos generales no sujetos a la inmediatez de las ocurrencias, con frecuencia escandalosas, de quienes desempeñan el poder político para crearnos inseguridad. Pero noticias hay, aunque sean repetitivas: los atentados terroristas en España y en el mundo son las versiones modernas de las antiguas batallas. Las guerras no se declaran ni se llaman guerras porque está mal visto, sino que se hacen de otro modo y con otro nombre. Algunas batallas, llamadas ahora atentados terroristas de los pueblos oprimidos para darles una explicación moral, causan más muertos que muchas de las verdaderas batallas históricas. El lenguaje correcto ha acabado con ellas sin traer la paz.

Quedan los desastres naturales y los accidentes inevitables que no entienden de almanaques, aunque saben algo de geografía. Raro es el día no hay alguno en algún rincón del mundo. Aquí los políticos tienen poco que hacer, aparte de acudir en socorro material de las víctimas con prontitud. De consuelos espirituales las religiones saben más que los psicólogos por antigüedad y experiencia. Ha de ser una catástrofe de sublimidad kantiana para que nos enteremos en el mes agosto. Estamos acostumbrados a la prensa y cambiar de costumbres cuesta, pero hace algo más de un siglo no había electricidad, ni radio ni televisión, y los periódicos, con noticias también, eran parecidos a revistas literarias y de moda. El mundo funcionaba bien, se descubrían vacunas y asteroides, crecepelos y jarabes vigorizantes, y la gente vivía peor, pero sin alarmas diarias; poseía pocas cosas, pero disfrutaba de ellas y, seguramente, era más feliz.

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