Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Poder contra poder

EL tercer poder del Estado, el jurisdiccional, está resuelto a hacer huelga contra los otros dos. El Estado se enfrenta al Estado con una furia suicida parecida a la de esos insectos que después de procrear se autodestruyen. Igual que el capital se come ahora al capital. Seguramente, la huelga se produzca en junio, aunque de momento las asociaciones de jueces han fijado un ensayo general para febrero, una protesta que no sabemos en qué consistirá pero que, en la práctica, supondrá un paro de la actividad equivalente al menos a una jornada. ¡Y que no lleguen los jueces, como han sugerido algunos decanos, a adoptar esa forma solapada de inactividad denominada huelga de celo a la que recurren con frecuencia ciertos colectivos poderosos, como los pilotos o los controladores aéreos!

No deja de ser curioso que las huelgas más perjudiciales organizadas en la actual legislatura no hayan sido, en el sentido estricto de palabra, huelgas laborales, sino paros patronales, en el caso de los transportistas, o huelgas encubiertas en los aeropuertos. Y eso que la situación económica, al menos en el plano teórico, parece merecedora de una respuesta tajante por parte de ese inmenso colectivo que está engrosando las colas del paro y que se enfrenta, inerme, a un futuro poco promisorio.

La posible huelga de los jueces es un asunto oscuro y espeso en el que se mezclan, además de las contradicciones inherentes a la protesta de un poder del Estado, la famosa y secular carencia de medios, los intereses políticos y un corporativismo que ha constituido la mecha del levantamiento. Estoy convencido de que sin la controvertida (y exigua) sanción al juez Tirado de por medio los jueces no habrían llegado tan lejos. Hay mucho de desafío corporativo en el reto, por más que los jueces lleven razón en la escasez de medios y en la precariedad en que desarrollan su trabajo. Como síntoma, ahí está esa especie de bando de alzamiento que el propio Rafael Tirado ha enviado a sus compañeros por correo electrónico y del que desprende un tufo entre espartaquista y sedicioso: "¡A la huelga!, todos, sin miedo, sin odio, sin rencor, vamos a decirle al ciudadano la verdad. Sigo insistiendo, no estamos solos y ahora les toca a ellos".

Ese "les toca a ellos" me produce una aguda inquietud. Ellos, nosotros, vosotros... ¿Quién es quién? ¿Y qué verdad esperan los jueces trasladar con su protesta a los ciudadanos -es decir, a los usuarios de la Justicia- que llevamos padeciendo más que nadie, y desde hace décadas, retrasos que ya han adquirido la calidad de míticos? ¿La verdad de las carencias, la verdad de la razón corporativa o la del desdén político?

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