Polvo ERE

Los EREs no va a costar la cabeza política de nadie y eso le resta mucho morbo popular, ancestral y atávico

Qué misterio el mínimo escándalo que suscita el caso de los ERE. Compárese con C. Cifuentes y su trabajo perdido (el del fin de máster y, probablemente, el de presidente de la Comunidad). La magnitud de lo estafado es incomparable; y la de las personas involucradas; y la de la trascendencia político-social. Nada parece importar. Se amontonan las explicaciones del misterio, pero ninguna es resolutiva. ¿Quizá todas juntas?

Los del Partido Popular se quejan de que el umbral de tolerancia para sus corrupciones es más bajo que el umbral de los demás. Estoy dispuesto a concedérselo. Pero eso lo tendrían que celebrar, porque implica una mayor exigencia moral subconsciente para ellos en la sociedad y porque les podría ayudar a desempolvarse. En vez de llorar, tendrían que sacarle rendimiento, también retórico.

En el PP, fiel a su interés prioritario en la economía y en el individualismo, tienden a trincar para sí mismos. Los ERE tuvieron pedrea y beneficiaron al ciento y la madre. Por supuesto, a medio plazo los socialistas sacaban réditos electorales, pero a los ojos de la opinión pública no era tan egoísta. Ese elemento caciquil de compra de votos a cuenta del presupuesto es lo que habría que explicar mucho mejor.

Luego está el tiempo. La opinión pública se aburre (y no nos extraña). Si un caso lleva media vida en el candelero, se le acaba la vela. Si la justicia aspira a tener un eco social que la fortalezca, necesita agilidad.

Luego está el espacio. Andalucía no ocupa el centro del escenario político en España, de modo que lo que ocurre aquí tiene un interés secundario. Es un error de percepción, porque por territorio, población y peso electoral tendría que contar mucho más; y es un error que al Gobierno le interesaría reparar por un ramillete de razones, entre las que se cuenta, precisamente, nivelar los marcadores de la corrupción.

Susana Díaz ha sabido quitarse de encima el polvo del camino de los ERE. Quizá, paradójicamente, la ayudó Ciudadanos forzando las renuncias de Griñán y de Chaves. El caso de los EREs no va a costar la cabeza política de nadie y eso le resta mucho morbo popular, ancestral y atávico.

Mediáticamente el caso está muerto ("polvo ERE y en polvo te convertirás") y quizá ya sólo quepa una reflexión cuaresmal, aunque también será difícil con la explosión de la primavera, que, por fin, ha venido. Más que un escándalo, aquí cabe una elegía, si cabe.

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