LA nicolumna

Nicolás / Montoya

Primavera húmeda

DESDE que una tal Mónica Lewinsky se hiciera famosa como becaria, emulando a Marylin en la Casa Blanca, siempre hemos asistido a episodios donde la desnudez del poder es más evidente.

Los devaneos de un tal Nicolás, apellidado Sarkozy, con alguna actriz cantante, no son sino la mejor prueba de que en asuntos íntimos todo ser humano zozobra. La niña de Rajoy, algo huérfana en las últimas semanas, ha cedido protagonismo al bebé en ciernes de una ministra que, con su barriga, inunda de ternura la revista de las tropas. Esa nieta de Manolo, ya abuelo, el Chaves andaluz por excelencia, es el mejor ejemplo que el babeo no conoce clases. Y de los padrinos gaditanos hay que hacer un punto y aparte. Que Bibi los tiene y bien avenidos. Que hay quienes los han tenido y aún están pagando favores antiguos. Que los padres dejan puestos heredados en muchos partidos. Y que las diferentes familias dentro de una misma tienen afinidades claras. De ahí que los carritos de bebé, plegables, en coches oficiales se sigan viendo, los concejales ñoños por algún amorío sigan apareciendo, e incluso los alcaldes o los presidentes de gobierno tienen momentos íntimos a pesar de la agenda. Como hablar de las aptitudes sería harto complicado, lo mejor es hacerlo de las actitudes. De las cercanas a las emociones, cuando los personajes públicos aparecen con los suyos en la ruleta de las emociones. Siempre que no quieran usar la fibra sensible en beneficio político, nos podrían llegar a hacer pensar que son de carne y hueso. Que tienen corazón, como cualquier mortal. Que son racionales, aunque a veces lo dudemos. Que lloran, ríen, se apasionan, tiene miedos, se enamoran y se entristecen como cualquier persona.

Nos negamos a aceptar que estuvieran vacías de sentimientos. Por eso no podemos dejar de admitir que nos encontramos ante una de las primaveras más húmedas de los últimos años.

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